2 el valiente y el guerrero, el juez y el profeta, el augur y el anciano,
3 el jefe de escuadra y el favorito, el consejero, el sabio hechicero y el
hábil encantador.
4 Les daré mozos por jefes, y mozalbetes les dominarán.
5 Querrá mandar la gente, cada cual en cada cual, los unos a los otros
y cada cual en su compañero. Se revolverá el mozo contra el anciano, y el
vil contra el hombre de peso.
6 Pues agarrará uno a su hermano al de su mismo apellido, diciéndole:
«Túnica gastas: príncipe nuestro seas, toma a tu cargo esta ruina.»
7 Pero el otro exclamará aquel día: «No seré vuestro médico; en mi
casa no hay pan ni túnica: no me pongáis por príncipe del pueblo.»
8 Así que tropezó Jerusalén, y Judá ha caído; pues sus lenguas y sus
fechorías a Yahveh han llegado, irritando los ojos de su majestad.
9 La expresión de su rostro les denuncia, y sus pecados como Sodoma
manifiestan, no se ocultan. ¡Ay de ellos, porque han merecido su
propio
mal!
dará.
10 Decid al justo que bien, que el fruto de sus acciones comerá.
11 ¡Ay del malvado! que le irá mal, que el mérito de sus manos se le
12 A mi pueblo le oprime un mozalbete, y mujeres le dominan. Pueblo
mío, tus regidores vacilan y tus derroteros confunden.
13 Se levanta a pleitear Yahveh y está en pie para juzgar a los
pueblos.
14 Yahveh demanda en juicio a los ancianos de su pueblo y a sus
jefes. «Vosotros habéis incendiado la viña, el despojo del mísero tenéis en
vuestras casas.
15 Pero ¿qué os importa? Machacáis a mi pueblo y moléis el rostro de
los pobres» - oráculo del Señor Yahveh Sebaot -.
16 Dice Yahveh: «Por cuanto son altivas las hijas de Sión, y andan
con el cuello estirado y guiñando los ojos, y andan a pasitos menudos, y con
sus pies hacen tintinear las ajorcas»,