Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Jeremías 20, 1-17

1 El sacerdote Pasjur, hijo de Immer, que era inspector jefe de la Casa
de Yahveh, oyó a Jeremías profetizar dichas palabras.

2 Pasjur hizo dar una paliza al profeta Jeremías y le hizo meter en el
calabozo de la Puerta Alta de Benjamín - la que está en la Casa de Yahveh

-.

3 Al día siguiente sacó Pasjur a Jeremías del calabozo.
Díjole
Jeremías: No es Pasjur el nombre que te ha puesto Yahveh, sino «Terror en
torno».

4 Porque así dice Yahveh: «He aquí que yo te convierto en terror para
ti mismo y para todos tus allegados, los cuales caerán por la espada de sus
enemigos, y tus ojos lo estarán viendo. Y asimismo a todo Judá entregaré en
manos del rey de Babilonia, que los deportará a Babilonia y los acuchillará.

5 Y entregaré todas las reservas de esta ciudad y todo lo atesorado,
todas sus preciosidades y todos los tesoros de los reyes de Judá, en manos
de sus enemigos que los pillarán, los tomarán y se los llevarán a Babilonia.

6 En cuanto a ti, Pasjur, y todos los moradores de tu casa, iréis
al
cautiverio. En Babilonia entrarás, allí morirás y allí mismo serás sepultado
tú y todos tus allegados a quienes has profetizado en falso.»

7 Me has seducido, Yahveh, y me dejé seducir; me has agarrado y me
has podido. He sido la irrisión cotidiana: todos me remedaban.

8 Pues cada vez que hablo es para clamar: «¡Atropello!», y para gritar:

«¡Expolio!». La palabra de Yahveh ha sido para mí oprobio y befa
cotidiana.

9 Yo decía: «No volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nombre.»
Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en
mis
huesos, y aunque yo trabajada por ahogarlo, no podía.

10 Escuchaba las calumnias de la turba: «¡Terror por
doquier!,

¡denunciadle!, ¡denunciémosle!» Todos aquellos con quienes me saludaba
estaban acechando un traspiés mío: «¡A ver si se distrae, y le podremos, y
tomaremos venganza de él!»

11 Pero Yahveh está conmigo, cual campeón poderoso. Y así mis
perseguidores tropezarán impotentes; se avergonzarán mucho de su
imprudencia: confusión eterna, inolvidable.

12 ¡Oh Yahveh Sebaot, juez de lo justo, que escrutas los riñones y el
corazón!, vea yo tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi
causa.

13 Cantad a Yahveh, alabad a Yahveh, porque ha salvado la vida de
un pobrecillo de manos de malhechores.

14 ¡Maldito el día en que nací! ¡el día que me dio a luz mi madre no
sea bendito!

15 ¡Maldito aquel que felicitó a mi padre diciendo: «Te ha nacido un
hijo varón», y le llenó de alegría!

16 Sea el hombre aquel semejante a las ciudades que destruyó Yahveh
sin que le pesara, y escuche alaridos de mañana y gritos de ataque
al
mediodía.


17 ¡Oh, que no me haya hecho morir desde el vientre, y hubiese sido
mi madre mi sepultura, con seno preñado eternamente!