Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Josué 8, 10-34

10 Se levantó de mañana Josué, revistó la tropa y subió contra Ay, con
los ancianos de Israel al frente de la tropa.

11 Toda la gente de guerra que estaba con él subió y se acercó hasta
llegar ante la ciudad. Acamparon al norte de Ay. El valle quedaba
entre
ellos y la ciudad.

12 Tomó unos 5.000 hombres y tendió con ellos una emboscada entre
Betel y Ay, al oeste de la ciudad.

13 Pero la tropa formó el grueso del campamento que estaba al norte
de la ciudad, quedando emboscada al oeste de la ciudad. Josué pasó aquella
noche en medio del valle.

14 En cuanto vio esto el rey de Ay, se dieron prisa, se levantaron
temprano y salieron él y toda su gente a presentar batalla a Israel
en la
bajada, frente a la Arabá, sin saber que tenía una emboscada a espaldas de
la ciudad.

15 Josué y todo Israel se hicieron los derrotados por ellos y huyeron
camino del desierto.

16 Toda la gente que estaba en la ciudad se puso a dar grandes
alaridos saliendo tras ellos y al perseguir a Josué, se alejaron de la ciudad.

17 No quedó un solo hombre en Ay (ni en Betel) que no saliera en
persecución de Israel. Y dejaron la ciudad abierta por perseguir a Israel.

18 Yahveh dijo entonces a Josué: «Tiende hacia Ay el dardo que
tienes en tu mano porque en tu mano te la entrego.» Josué tendió el dardo
que tenía en la mano hacia la ciudad.

19 Tan pronto como extendió la mano, los emboscados surgieron
rápidamente de su puesto, corrieron y entraron en la ciudad, se apoderaron
de ella y a toda prisa la incendiaron.

20 Cuando los hombres de Ay volvieron la vista atrás y vieron la
humareda que subía de la ciudad hacia el cielo, no tuvieron fuerza para huir
por un lado o por otro. El pueblo que iba huyendo hacia el
desierto se
volvió contra los perseguidores.

21 Viendo Josué y todo Israel que los emboscados habían tomado la
ciudad y que subía de ella una humareda, se volvieron y batieron a
los
hombres de Ay.

22 Los otros salieron de la ciudad a su encuentro, de modo que los
hombres de Ay se encontraron en medio de los israelitas, unos por un lado y
otros por otro. Estos los derrotaron hasta que no quedó superviviente
ni
fugitivo.

23 Pero al rey de Ay lo prendieron vivo y lo condujeron ante Josué.


24 Cuando Israel acabó de matar a todos los habitantes de Ay en el
campo y en el desierto, hasta donde habían salido en su persecución,
y
todos ellos cayeron a filo de espada hasta no quedar uno, todo Israel volvió
a Ay y pasó a su población a filo de espada.

25 El total de los que cayeron aquel día, hombres y mujeres, fue
12.000, todos los habitantes de Ay.

26 Josué no retiró la mano que tenía extendida con el dardo hasta que
consagró al anatema a todos los habitantes de Ay.

27 Israel se repartió solamente el ganado y los despojos de dicha
ciudad, según la orden que Yahveh había dado a Josué.

28 Josué incendió Ay y la convirtió para siempre en una ruina, en
desolación hasta el día de hoy.

29 Al rey de Ay lo colgó de un árbol hasta la tarde; y a la puesta del
sol ordenó Josué que bajaran el cadáver del árbol. Lo echaron luego
a la
entrada de la puerta de la ciudad y amontonaron sobre él un gran montón de
piedras, que existe todavía hoy.

30 Entonces Josué construyó un altar a Yahveh, Dios de Israel, en el
monte Ebal,

31 como había mandado Moisés, siervo de Yahveh, a los israelitas,
según está escrito en el libro de la Ley de Moisés: un altar de piedras sin
labrar, a las que no haya tocado el hierro. Ofrecieron sobre él holocaustos a
Yahveh e inmolaron sacrificios de comunión.

32 Josué escribió allí mismo, sobre las piedras, una copia de la Ley
que Moisés había escrito delante de los israelitas.

33 Y todo Israel, sus ancianos, sus escribas y sus jueces, de pie a los
lados del arca, delante de los sacerdotes levitas que llevaban el arca de la
alianza de Yahveh, todos, tanto forasteros como ciudadanos, se
colocaron
la mitad en la falda del monte Garizim y la otra mitad en la falda del monte
Ebal, según la orden de Moisés, siervo de Yahveh, para bendecir por
primera vez al pueblo de Israel.

34 Luego, Josué leyó todas las palabras de la Ley - la bendición y la
maldición - a tenor de cuanto está escrito en el libro de la Ley.