Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Solemnidad de Pentecostés

CAMINEO.INFO.-

La semana pasada Jesús nos anunciaba a cada uno de nosotros «dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo». ¡Hoy se cumplen estas palabras de Jesús! ¡Qué bella es la liturgia!

 

Las fiestas litúrgicas re-presentan (vuelven hacer presente) los hechos históricos a que se refieren. Es decir, hoy hacemos presente Pentecostés. Hoy vivimos un nuevo Pentecostés y recibimos el Espíritu Santo. 

 

Es lo que decíamos en la oración colecta: “Derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra y no dejes de realizar hoy, en el corazón de tus fieles, aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica”. Pidamos que se vuelva a repetir sobre nosotros aquello que  pasó el día de Pentecostés.

 

¡¡Tengamos mucha esperanza!! Un gran deseo del Espíritu Santo. Vayamos pidiendo a lo largo de la celebración que venga a nosotros el Espíritu Santo.

 

Y esto no es una idea, o una manera de hablar, es una realidad maravillosa. Y cuanto más realmente lo vivamos, transformaciones más elevadas causa en nosotros esta fiesta del Espíritu.

Las fiestas producen en nosotros sus efectos según nuestras disposiciones. Hemos de excitar en nosotros cuanto podamos el deseo y la confianza de recibir el Espíritu Santo. Nos ayuda a estar mejor dispuestos el recordar aquellas palabras de Jesús: “si vosotros que sois malos sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos ¡Cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo al que se lo pida!”.

 

Hoy es un día para tener una esperanza muy viva… el Espíritu Santo quiere venir a nuestros corazones de un modo nuevo… ¡pedidlo!

 

Es bastante triste pensar que para la mayoría de cristianos Pentecostés no es nada, y el Espíritu Santo una realidad lejana, de otro mundo, sin resonancia e implicaciones en éste. Y, sin embargo, Cristo ha muerto ni más ni menos para comunicarnos el Espíritu Santo.

 

2. ¿Quién es el Espíritu Santo? El Espíritu Santo es una persona divina, como el Padre y el Hijo. Es la tercera persona de la Santísima Trinidad. ¡¡Hemos de tener una relación con ella!! La hemos de invocar… ¡Que nos habite! ¡Que esté en nosotros! ¡Pidamos  su presencia!

Dios Padre es el creador del mundo, Dios Hijo es el redentor, el que hace la salvación, Jesucristo, y Dios Espíritu Santo es el que nos santifica a nosotros, el que actúa en nosotros, el que nos mueve, el que nos empuja, para que sigamos los pasos de Jesús (vemos  su obra en los Hechos de los Apóstoles).

 

Dios Padre nos está atrayendo hacia Él, porque nos ama, porque desea la comunión con nosotros. Dios Hijo es el camino para ir al Padre y el Espíritu Santo es el que nos mueve, nos conduce por este camino.

 

Esto nos deja muy claro que la fe no son sólo unas ideas y unos valores. El cristianismo es una vida nueva que por el Espíritu Santo se nos comunica desde arriba. ¡Una nueva vitalidad que viene de arriba!

 

El otro día escuché: “Lo importante es ser buenas personas, no hace falta ir a misa”. No han entendido qué es el cristianismo. Lo reducen a una construcción humana (ser buenos) y Dios, y la fuerza del Espíritu Santo, que lo quiere transformar todo, no intervienen. Qué manera de empobrecer el cristianismo… la vida nueva que Jesús ha venido a comunicar, que es mucho más que ser un poco buenos.

 

Aquí encaja muy bien aquella frase genial del Cardenal Ratzinger: “La Iglesia no es una racionalización permanente sinó un Pentecostés permanente”. Que no es sólo una frase que suena bien, sino una frase que enuncia una realidad, pienso yo, poco vivida por los cristianos: Hemos de procurar ser dóciles al Espíritu Santo porque constantemente el Espíritu Santo nos quiere conducir en nuestra vida. Llamados a vivir un Pentecostés permanente... !!qué bonito!!

 

Acabo con un ejemplo que es resumen de lo que he dicho: el hierro es duro y frío, pero cuando entra en contacto con el fuego sin dejar de ser hierro pierde las propiedades del hierro y coge las propiedades del fuego. Y pasa a ser: flexible, desprende calor, es luminoso. Lo mismo pasa con la naturaleza humana: instintivamente tiende al egoísmo, a buscar en sí misma, pero cuando entra en contacto con la naturaleza divina sin dejar de ser hombre va perdiendo las propiedades de la naturaleza humana y va cogiendo las propiedades de la naturaleza divina (Dios es amor), y llega a ser capaz de amar como Cristo nos amó. 

 

Por el bautismo y con nuestra vida de piedad recibimos el Espíritu Santo que nos cambia interiormente y nos lleva a vivir la vida movidos por el Espíritu del Señor.  Pidamos el Espíritu Santo.

19-05-2024 12:16:00
Via: http://www.camineo.info/news/266/ARTICLE/39429/2024-05-19.html