25Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era un hombre justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel 26El Espíritu Santo le había revelado que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. 27Movido por el Espíritu, vino al Templo 28le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: