2En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: "¡Ánimo!, hijo, tus pecados te son perdonados." 3Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: "Éste está blasfemando." 4Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: "¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir: 5"Levántate y anda"? 6Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice entonces al paralítico -: "Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa"." 7Él se levantó y se fue a su casa. 8Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres. 9Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: "Sígueme." Él se levantó y le siguió. 10Y sucedió que estando él a la mesa en la casa, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. 11Al verlo los fariseos decían a los discípulos: "¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?" 12Mas él, al oírlo, dijo: "No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. 13Id, pues, a aprender qué significa Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores." 14Entonces se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: "¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?" 15Jesús les dijo: "¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio 16Nadie echa un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido, y se produce un desgarrón peor. 17Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos 18Así les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postraba ante él diciendo: "Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá." 19Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. 20En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. 21Pues se decía para sí: "Con sólo tocar su manto, me salvaré." 22Jesús se volvió, y al verla le dijo: "¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado." Y se salvó la mujer desde aquel momento. 23Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, 24decía: "¡Retiraos! La muchacha no ha muerto 25Mas, echada fuera la gente, entró él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. 26Y esta noticia se divulgó por toda aquella comarca. 27Cuando Jesús se iba de allí, le siguieron dos ciegos gritando: "¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!" 28Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: "¿Creéis que puedo hacer eso?" Dícenle: "Sí, Señor." 29Entonces les tocó los ojos diciendo: "Hágase en vosotros según vuestra fe." 30Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: "¡Mirad que nadie lo sepa!" 31Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca. 32Salían ellos todavía, cuando le presentaron un mudo endemoniado. 33Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: "Jamás se vio cosa igual en Israel." 34Pero los fariseos decían: "Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios." 35Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. 36Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor.