25Jesús le respondió: "Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá 26y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?" 27Le dice ella: "Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo." 28Dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: "El Maestro está ahí y te llama." 29Ella, en cuanto lo oyó, se levantó rápidamente, y se fue hacia él. 30Jesús todavía no había llegado al pueblo 31Los judíos, que estaban con María en casa consolándola, al ver que se levantaba rápidamente y salía, la siguieron pensando que iba al sepulcro para llorar allí. 32Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto." 33Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó 34y dijo: "¿Dónde lo habéis puesto?" Le responden: "Señor, ven y lo verás." 35Jesús derramó lágrimas. 36Los judíos entonces decían: "Mirad cómo le quería." 37Pero algunos de ellos dijeron: "Éste, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?" 38Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra. 39Dice Jesús: "Quitad la piedra." Le responde Marta, la hermana del muerto: "Señor, ya huele 40Le dice Jesús: "¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?" 41Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: "Padre, te doy gracias por haberme escuchado. 42Ya sabía yo que tú siempre me escuchas 43Dicho esto, gritó con fuerte voz: "¡Lázaro, sal afuera!" 44Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: "Desatadlo y dejadle andar." 45Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él. 46Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. 47Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: "¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. 48Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación." 49Pero uno de ellos, Caifás, que era el sumo sacerdote de aquel año, les dijo: "Vosotros no sabéis nada, 50ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación." 51Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación