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Evangelio: Juan 11,28-51.

28 Dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: "El Maestro está ahí y te llama."
29 Ella, en cuanto lo oyó, se levantó rápidamente, y se fue hacia él.
30 Jesús todavía no había llegado al pueblo
31 Los judíos, que estaban con María en casa consolándola, al ver que se levantaba rápidamente y salía, la siguieron pensando que iba al sepulcro para llorar allí.
32 Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto."
33 Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó
34 y dijo: "¿Dónde lo habéis puesto?" Le responden: "Señor, ven y lo verás."
35 Jesús derramó lágrimas.
36 Los judíos entonces decían: "Mirad cómo le quería."
37 Pero algunos de ellos dijeron: "Éste, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?"
38 Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra.
39 Dice Jesús: "Quitad la piedra." Le responde Marta, la hermana del muerto: "Señor, ya huele
40 Le dice Jesús: "¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?"
41 Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: "Padre, te doy gracias por haberme escuchado.
42 Ya sabía yo que tú siempre me escuchas
43 Dicho esto, gritó con fuerte voz: "¡Lázaro, sal afuera!"
44 Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: "Desatadlo y dejadle andar."
45 Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él.
46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.
47 Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: "¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos.
48 Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación."
49 Pero uno de ellos, Caifás, que era el sumo sacerdote de aquel año, les dijo: "Vosotros no sabéis nada,
50 ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación."
51 Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación




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