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Evangelio: Juan 4,12-54.

12 ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?"
13 Jesús le respondió: "Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed
14 pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna."
15 Le dice la mujer: "Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla."
16 Él le dice: "Vete, llama a tu marido y vuelve acá."
17 Respondió la mujer: "No tengo marido." Jesús le dice: "Bien has dicho que no tienes marido,
18 porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo
19 Le dice la mujer: "Señor, veo que eres un profeta.
20 Nuestros padres adoraron en este monte y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar."
21 Jesús le dice: "Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
22 Vosotros adoráis lo que no conocéis
23 Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.
24 Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad."
25 Le dice la mujer: "Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos lo desvelará todo."
26 Jesús le dice: "Yo soy, el que está hablando contigo."
27 En esto llegaron sus discípulos y se sorprendían de que hablara con una mujer. Pero nadie le dijo: "¿Qué quieres?" o "¿Qué hablas con ella?"
28 La mujer, dejando su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente:
29 "Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?"
30 Salieron de la ciudad e iban hacia él.
31 Entretanto, los discípulos le insistían diciendo: "Rabbí, come."
32 Pero él les dijo: "Yo tengo para comer un alimento que vosotros no sabéis."
33 Los discípulos se decían unos a otros: "¿Le habrá traído alguien de comer?"
34 Les dice Jesús: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra.
35 ¿No decís vosotros: Cuatro meses más y llega la siega? Pues bien, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos, que blanquean ya para la siega. Ya
36 el segador recibe el salario, y recoge fruto para vida eterna, de modo que el sembrador se alegra igual que el segador.
37 Porque en esto resulta verdadero el refrán de que uno es el sembrador y otro el segador:
38 yo os he enviado a segar donde vosotros no os habéis fatigado. Otros se fatigaron y vosotros os aprovecháis de su fatiga."
39 Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por las palabras de la mujer que atestiguaba: "Me ha dicho todo lo que he hecho."
40 Cuando llegaron a él los samaritanos, le rogaron que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días.
41 Y fueron muchos más los que creyeron por sus palabras,
42 y decían a la mujer: "Ya no creemos por tus palabras
43 Pasados los dos días, partió de allí para Galilea.
44 Pues Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria.
45 Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
46 Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaún.
47 Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque estaba a punto de morir.
48 Entonces Jesús le dijo: "Si no veis signos y prodigios, no creéis."
49 Le dice el funcionario: "Señor, baja antes que se muera mi hijo."
50 Jesús le dice: "Vete, que tu hijo vive." Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino.
51 Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía.
52 Él les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: "Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre."
53 El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: "Tu hijo vive", y creyó él y toda su familia.
54 Tal fue, de nuevo, el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.




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