2 Jamás se hizo debajo del cielo entero nada semejante a lo que hizo él en
Jerusalén, conforme está escrito en la Ley de Moisés,
3 hasta el punto de que llegamos a comer uno la carne de su propio hijo,
otro la carne de su propia hija.
4 Y los entregó el Señor en poder de todos los reinos de nuestro alrededor
para que fuesen objeto de oprobio y maldición entre todos
los pueblos
circundantes donde el Señor los dispersó.
5 Hemos pasado a estar debajo y no encima, por haber pecado contra
el
Señor Dios nuestro desoyendo su voz.
6 Al Señor Dios nuestro la justicia; a nosotros y a nuestros padres
la
confusión del rostro, como sucede en este día.
7 Lo que el Señor había dicho contra nosotros, todos esos males nos han
sobrevenido.
8 Pero nosotros no hemos suplicado al rostro del Señor volviéndonos cada
uno de los pensamientos de su perverso corazón.
9 Por eso el Señor ha estado atento a los males y los ha
descargado el
Señor sobre nosotros; porque es justo el Señor en todas las obras que nos
ordenó;
10 y nosotros no hemos escuchado su voz siguiendo las órdenes que
el
Señor nos había puesto delante.
11 Y ahora, oh Señor, Dios de Israel, que sacaste a tu pueblo del país de
Egipto con mano fuerte, entre señales y prodigios, con gran poder y tenso brazo,
haciéndote así un nombre como se ve en este día,
12 nosotros hemos pecado, hemos sido impíos, hemos cometido injusticia,
Señor Dios nuestro, contra todos tus decretos.
13 Que tu furor se retire de nosotros, porque hemos quedado bien pocos
entre las naciones en medio de las cuales tú nos dispersaste.
14 Escucha, Señor, nuestra oración y nuestra súplica, líbranos por ti
mismo, y haz que hallemos gracia a los ojos de los que nos deportaron,
15 para que sepa toda la tierra que tú eres el Señor Dios nuestro y que tu
Nombre se invoca sobre Israel y sobre su raza.
16 Mira, Señor, desde tu santa Casa y piensa en nosotros; inclina, Señor, tu
oído y escucha;
17 abre, Señor, tus ojos y mira que no son los muertos en el seol, aquellos
cuyo espíritu fue arrancado de sus entrañas, los que dan gloria y justicia al
Señor,
18 sino el alma comada de aflición, el que camina encorvado y extenuado,
los ojos lánguidos y el alma hambrienta, esos son los que te dan gloria y
justicia,
Señor.
19 No apoyados en las obras justas de nuestros padres y de nuestros reyes
derramamos nuestra súplica de piedad ante tu rostro, oh Señor Dios nuestro.
20 Porque has descargado sobre nosotros tu furor y tu ira, como
habías
hablado por medio de tus siervos los profetas diciendo diciendo:
21 «Así dice el Señor: = Doblegad vuestra espalda, servid al rey de
Babilonia, = y os asentaréis en la tierra que yo di a vuestros padres.
22 Pero si no escucháis la invitación del Señor a servir al rey de Babilonia,
23 = yo haré cesar en las ciudades de Judá y en Jerusalén el
canto de
alegría y el canto de alborozo, el canto del novio y el canto de la novia, y
todo el
país quedará hecho un desierto, sin habitantes.» =
24 Pero nosotros no escuchamos tu invitación de servir al rey de Babilonia,
y tú entonces ha cumplido tus palabras, pronunciadas por medio de tus siervos
los profetas: que los huesos de nuestros reyes y los huesos de
nuestros padres
serían sacados de sus sepulcros.
25 Y he aquí que efectivamente yacen = tirados por el suelo al calor del día
y al frío de la noche; = y ellos murieron en medio en medio de
atroces
sufrimientos,de hambre, de espada y de peste;