Marcos 1
1 Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
2 Conforme está escrito en Isaías el profeta: = Mira, envío mi
mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. =
3 = Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor,
enderezad sus sendas, =
4 apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo
de conversión para perdón de los pecados.
5 Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de
Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
6 Juan llevaba un vestido de pie de camello; y se alimentaba de
langostas y miel silvestre.
7 Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no
soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias.
8 Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu
Santo.»
9 Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea,
y fue bautizado por Juan en el Jordán.
10 En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que
el
Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él.
11 Y se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado,
en ti me complazco.»
12 A continuación, el Espíritu le empuja al desierto,
13 y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por
Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían.
14 Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y
proclamaba la Buena Nueva de Dios:
15 «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca;
convertíos y creed en la Buena Nueva.»
16 Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de
Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores.
17 Jesús les dijo: «Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de
hombres.»
18 Al instante, dejando las redes, le siguieron.
19 Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y
a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes;
20 y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la
barca con los jornaleros, se fueron tras él.
21 Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se
puso a enseñar.
22 Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como
quien tiene autoridad, y no como los escribas.
23 Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un
espíritu inmundo, que se puso a gritar:
24 «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a
destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.»
25 Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él.»
26 Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito
y salió de él.
27 Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a
otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda
hasta a los espíritus inmundos y le obedecen.»
28 Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región
de Galilea.
29 Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de
Simón y Andrés.
30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella.
31 Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y
ella se puso a servirles.
32 Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y
endemoniados;
33 la ciudad entera estaba agolpada a la puerta.
34 Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas
enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los
demonios, pues le conocían.
35 De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió
y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración.
36 Simón y sus compañeros fueron en su busca;
37 al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan.»
38 El les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que
también allí predique; pues para eso he salido.»
39 Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando
los demonios.
40 Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice:
«Si quieres, puedes limpiarme.»
41 Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero;
queda limpio.»
42 Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio.
43 Le despidió al instante prohibiéndole severamente:
44 «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y
haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva
de testimonio.»
45 Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a
divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público
en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios.
Y acudían a él de todas partes.
Marcos 2
1 Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz
de que estaba en casa.
2 Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él
les anunciaba la Palabra.
3 Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro.
4 Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo
encima de donde él estaba y, a través de la abertura que
hicieron,
descolgaron la camilla donde yacía el paralítico.
5 Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te
son perdonados.»
6 Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus
corazones:
7 «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar
pecados, sino Dios sólo?»
8 Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos
pensaban en su interior, les dice: «¿Por qué pensáis así en vuestros
corazones?
9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te
son
perdonados”, o decir: “Levántate, toma tu camilla y anda?”
10 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder
de perdonar pecados - dice al paralítico -:
11 “A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.”»
12 Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista
de
todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios,
diciendo: «Jamás vimos cosa parecida.»
13 Salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a él, y él
les enseñaba.
14 Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de
impuestos, y le dice: «Sígueme.» El se levantó y le siguió.
15 Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Leví, muchos
publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues
eran muchos los que le seguían.
16 Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y
publicanos, decían a los discípulos: «¿Qué? ¿Es que come con
los
publicanos y pecadores?»
17 Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están
fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos,
sino a
pecadores.»
18 Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando,
vienen y le dicen: «¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos
de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?»
19 Jesús les dijo: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda
mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio
no
pueden ayunar.
20 Días vendrán en que les será arrebatado el novio;
entonces
ayunarán, en aquel día.
21 Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo,
pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo,
y se
produce un desgarrón peor.
22 Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo,
el vino reventaría los pellejos y se echaría a perder tanto el vino como los
pellejos: sino que el vino nuevo, en pellejos nuevos.
23 Y sucedió que un sábado, cruzaba Jesús por los sembrados, y sus
discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas.
24 Decíanle los fariseos: «Mira ¿por qué hacen en sábado lo que no es
lícito?»
25 El les dice: «¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo
necesidad, y él y los que le acompañaban sintieron hambre,
26 cómo entró en la Casa de Dios, en tiempos del Sumo Sacerdote
Abiatar, y comió los panes de la presencia, que sólo a los
sacerdotes es
lícito comer, y dio también a los que estaban con él?»
27 Y les dijo: «El sábado ha sido instituido para el hombre y no
el
hombre para el sábado.
28 De suerte que el Hijo del hombre también es señor del sábado.»
Marcos 3
1 Entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la
mano paralizada.
2 Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle.
3 Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio.»
4 Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar
una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban.
5 Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón,
dice al hombre: «Extiende la mano.» El la extendió y quedó restablecida su
mano.
6 En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos
contra él para ver cómo eliminarle.
7 Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran
muchedumbre de Galilea. También de Judea,
8 de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores
de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a él.
9 Entonces, a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le
prepararan una pequeña barca, para que no le aplastaran.
10 Pues curó a muchos, de suerte que cuantos padecían dolencias se le
echaban encima para tocarle.
11 Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y
gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios.»
12 Pero él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran.
13 Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él.
14 Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a
predicar
15 con poder de expulsar los demonios.
16 Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro;
17 a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a
quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno;
18 a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo,
Tadeo, Simón el Cananeo
19 y Judas Iscariote, el mismo que le entregó.
20 Vuelve a casa. Se aglomera otra vez la muchedumbre de modo que
no podían comer.
21 Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues
decían: «Está fuera de sí.»
22 Los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Está poseído
por Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios.»
23 El, llamándoles junto a sí, les decía en parábolas: «¿Cómo puede
Satanás expulsar a Satanás?
24 Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede
subsistir.
25 Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá
subsistir.
26 Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede
subsistir, pues ha llegado su fin.
27 Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si
no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa.
28 Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los
pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean.
29 Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón
nunca, antes bien, será reo de pecado eterno.»
30 Es que decían: «Está poseído por un espíritu inmundo.»
31 Llegan su madre y sus hermanos, y quedándose fuera, le envían a
llamar.
32 Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu
madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.»
33 El les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?»
34 Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su
alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos.
35 Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana
y mi madre.»
Marcos 4
1 Y otra vez se puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió
tanta
gente junto a él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda
la gente estaba en tierra a la orilla del mar.
2 Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su
instrucción:
3 «Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar.
4 Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino;
vinieron las aves y se la comieron.
5 Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y
brotó en seguida por no tener hondura de tierra;
6 pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó.
7 Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y
no dio fruto.
8 Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose,
dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento.»
9 Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga.»
10 Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le
preguntaban sobre las parábolas.
11 El les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de
Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas,
12 para que = por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no
entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone.» =
13 Y les dice: «¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, entonces,
comprenderéis todas las parábolas?
14 El sembrador siembra la Palabra.
15 Los que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra
son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la
Palabra
sembrada en ellos.
16 De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al
oír la Palabra, al punto la reciben con alegría,
17 pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en
cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la
Palabra,
sucumben en seguida.
18 Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído
la Palabra,
19 pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y
las demás concupiscencias les invaden y ahogan la Palabra, y queda
sin
fruto.
20 Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la Palabra,
la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento.»
21 Les decía también: «¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo
del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero?
22 Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha
sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto.
23 Quien tenga oídos para oír, que oiga.»
24 Les decía también: «Atended a lo que escucháis. Con la medida
con que midáis, se os medirá y aun con creces.
25 Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se
le quitará.»
26 También decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el
grano en la tierra;
27 duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin
que él sepa cómo.
28 La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga,
después trigo abundante en la espiga.
29 Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque
ha llegado la siega.»
30 Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con
qué parábola lo expondremos?
31 Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra,
es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra;
32 pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las
hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a
su
sombra.»
33 Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas,
según podían entenderle;
34 no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo
explicaba todo en privado.
35 Este día, al atardecer, les dice: «Pasemos a la otra orilla.»
36 Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e
iban
otras barcas con él.
37 En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la
barca, de suerte que ya se anegaba la barca.
38 El estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le
dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?»
39 El, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla,
enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza.
40 Y les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?»
41 Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues
¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?»
Marcos 5
1 Y llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos.
2 Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros,
un hombre con espíritu inmundo
3 que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado
ni siquiera con cadenas,
4 pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él
había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle.
5 Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes,
dando gritos e hiriéndose con piedras.
6 Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él
7 y gritó con gran voz: «¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios
Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.»
8 Es que él le había dicho: «Espíritu inmundo, sal de este hombre.»
9 Y le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» Le contesta: «Mi nombre es
Legión, porque somos muchos.»
10 Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región.
11 Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte;
12 y le suplicaron: «Envíanos a los puercos para que entremos en
ellos.»
13 Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y
entraron en los puercos, y la piara - unos 2.0000 se arrojó al mar de lo alto
del precipicio y se fueron ahogando en el mar.
14 Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas;
y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido.
15 Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la
Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor.
16 Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y
lo de los puercos.
17 Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término.
18 Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía
estar con él.
19 Pero no se lo concedió, sino que le dijo: «Vete a tu casa, donde los
tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido
compasión de ti.»
20 El se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús
había hecho con él, y todos quedaban maravillados.
21 Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto
a él mucha gente; él estaba a la orilla del mar.
22 Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae
a sus pies,
23 y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de
morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva.»
24 Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.
25 Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce
años,
26 y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado
todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor,
27 habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la
gente y tocó su manto.
28 Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me
salvaré.»
29 Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo
que quedaba sana del mal.
30 Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de
él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?»
31 Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime
y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”»
32 Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había
hecho.
33 Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó
atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad.
34 El le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de
tu enfermedad.»
35 Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga
unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?»
36 Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No
temas; solamente ten fe.»
37 Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y
Juan, el hermano de Santiago.
38 Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos
que lloraban y otros que daban grandes alaridos.
39 Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha
muerto; está dormida.»
40 Y se burlaban de él. Pero él después de echar fuera a todos, toma
consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba
la niña.
41 Y tomando la mano de la niña, le dice: «= Talitá kum =», que
quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate.»
42 La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía
doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor.
43 Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le
dieran a ella de comer.
Marcos 6
1 Salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen.
2 Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La
multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto?
y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por
sus manos?
3 ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago,
Joset, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se
escandalizaban a causa de él.
4 Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en
su casa carece de prestigio.»
5 Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos
enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos.
6 Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno
enseñando.
7 Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles
poder sobre los espíritus inmundos.
8 Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni
pan, ni alforja, ni calderilla en la faja;
9 sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas.»
10 Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta
marchar de allí.
11 Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí
sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio
contra
ellos.»
12 Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran;
13 expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos
enfermos y los curaban.
14 Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre.
Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por
eso actúan en él fuerzas milagrosas.»
15 Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás
profetas.»
16 Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése
ha resucitado.»
17 Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le
había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su
hermano Filipo, con quien Herodes se había casado.
18 Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer
de tu hermano.»
19 Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía,
20 pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo,
y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.
21 Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un
banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea.
22 Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a
Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme
lo que quieras y te lo daré.»
23 Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.»
24 Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y
ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista.»
25 Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió:
«Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan
el
Bautista.»
26 El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa
del
juramento y de los comensales.
27 Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle
la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel
28 y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la
muchacha se la dio a su madre.
29 Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le
dieron sepultura.
30 Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que
habían hecho y lo que habían enseñado.
31 El, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar
solitario, para descansar un poco.» Pues los que iban y venían eran muchos,
y no les quedaba tiempo ni para comer.
32 Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario.
33 Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron
allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos.
34 Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues
estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas
cosas.
35 Era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus
discípulos y le dijeron: «El lugar está deshabitado y ya es hora avanzada.
36 Despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a
comprarse de comer.»
37 El les contestó: «Dadles vosotros de comer.» Ellos le dicen:
«¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de
comer?»
38 El les dice: «¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.» Después de haberse
cerciorado, le dicen: «Cinco, y dos peces.»
39 Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos sobre la
verde hierba.
40 Y se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta.
41 Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al
cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a
los
discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los
dos peces.
42 Comieron todos y se saciaron.
43 Y recogieron las sobras, doce canastos llenos y también lo de los
peces.
44 Los que comieron los panes fueron 5.000 hombres.
45 Inmediatamente obligó a sus discípulos a subir a la barca y a ir por
delante hacia Betsaida, mientras él despedía a la gente.
46 Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar.
47 Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y él, solo, en tierra.
48 Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era
contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando
sobre el mar y quería pasarles de largo.
49 Pero ellos viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un
fantasma y se pusieron a gritar,
50 pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero él, al instante,
les habló, diciéndoles: «¡Animo!, que soy yo, no temáis.»
51 Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento, y
quedaron en su interior completamente estupefactos,
52 pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba
embotada.
53 Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron.
54 Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida,
55 recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos
en camillas adonde oían que él estaba.
56 Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas,
colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la
orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados.
Marcos 7
1 Se reúnen junto a él los fariseos, así como algunos escribas venidos
de Jerusalén.
2 Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras,
es decir no lavadas,
3 - es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado
las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos,
4 y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas
cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y
bandejas -.
5 Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: «¿Por qué tus
discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino
que
comen con manos impuras?»
6 El les dijo: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está
escrito: = Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de
mí. =
7 = En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son
preceptos de hombres. =
8 Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los
hombres.»
9 Les decía también: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para
conservar vuestra tradición!
10 Porque Moisés dijo: = Honra a tu padre y a tu madre = y: = el que
maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte. =
Pero
vosotros decís:
11 Si uno dice a su padre o a su madre: “Lo que de mí podrías recibir
como ayuda lo declaro Korbán - es decir: ofrenda -“,
12 ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre,
13 anulando así la Palabra de Dios por vuestra tradición que os habéis
transmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a éstas.»
14 Llamó otra vez a la gente y les dijo: «Oídme todos y entended.
15 Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda
contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina
al
hombre.
16 Quien tenga oídos para oír, que oiga.»
17 Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le
preguntaban sobre la parábola.
18 El les dijo: «¿Conque también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No
comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede
contaminarle,
19 pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar
al
excusado?» - así declaraba puros todos los alimentos -.
20 Y decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al
hombre.
21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones
malas: fornicaciones, robos, asesinatos,
22 adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria,
insolencia, insensatez.
23 Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al
hombre.»
24 Y partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una
casa quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido,
25 sino que, en seguida, habiendo oído hablar de él una mujer, cuya
hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies.
26 Esta mujer era pagana, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que
expulsara de su hija al demonio.
27 El le decía: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está
bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.»
28 Pero ella le respondió: «Sí, Señor; que también los perritos comen
bajo la mesa migajas de los niños.»
29 El, entonces, le dijo: «Por lo que has dicho, vete; el demonio
ha
salido de tu hija.»
30 Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y
que el demonio se había ido.
31 Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar
de Galilea, atravesando la Decápolis.
32 Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le
ruegan imponga la mano sobre él.
33 El, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos
y con su saliva le tocó la lengua.
34 Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: =
«Effatá», que quiere decir: «¡Abrete!»
35 Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua
y hablaba correctamente.
36 Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo
prohibía, tanto más ellos lo publicaban.
37 Y se maravillaban sobremanera y decían «Todo lo ha hecho bien;
hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»
Marcos 8
1 Por aquellos días, habiendo de nuevo mucha gente y no teniendo
qué comer, llama Jesús a sus discípulos y les dice:
2 «Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que
permanecen conmigo y no tienen qué comer.
3 Si los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino, y
algunos de ellos han venido de lejos.»
4 Sus discípulos le respondieron: «¿Cómo podrá alguien saciar de pan
a éstos aquí en el desierto?»
5 El les preguntaba: «¿Cuántos panes tenéis?» Ellos le respondieron:
«Siete.»
6 Entonces él mandó a la gente acomodarse sobre la tierra y, tomando
los siete panes y dando gracias, los partió e iba dándolos a sus discípulos
para que los sirvieran, y ellos los sirvieron a la gente.
7 Tenían también unos pocos pececillos. Y, pronunciando la bendición
sobre ellos, mandó que también los sirvieran.
8 Comieron y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes siete
espuertas.
9 Fueron unos 4.000; y Jesús los despidió.
10 Subió a continuación a la barca con sus discípulos y se fue a
la
región de Dalmanutá.
11 Y salieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole
una señal del cielo, con el fin de ponerle a prueba.
12 Dando un profundo gemido desde lo íntimo de su ser, dice: «¿Por
qué esta generación pide una señal? Yo os aseguro: no se dará, a
esta
generación ninguna señal.»
13 Y, dejándolos, se embarcó de nuevo, y se fue a la orilla opuesta.
14 Se habían olvidado de tomar panes, y no llevaban consigo en la
barca más que un pan.
15 El les hacía esta advertencia: «Abrid los ojos y guardaos de la
levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.»
16 Ellos hablaban entre sí que no tenían panes.
17 Dándose cuenta, les dice: «¿Por qué estáis hablando de que no
tenéis panes? ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente
embotada?
18 = ¿Teniendo ojos no véis y teniendo oídos no oís? = ¿No os
acordáis de
19 cuando partí los cinco panes para los 5.000? ¿Cuántos canastos
llenos de trozos recogisteis?» «Doce», le dicen.
20 «Y cuando partí los siete entre los 4.000, ¿cuántas espuertas llenas
de trozos recogisteis?» Le dicen: «Siete.»
21 Y continuó: «¿Aún no entendéis?»
22 Llegan a Betsaida. Le presentan un ciego y le suplican que le
toque.
23 Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y
habiéndole puesto saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba:
«¿Ves algo?»
24 El, alzando la vista, dijo: «Veo a los hombres, pues los veo como
árboles, pero que andan.»
25 Después, le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver
perfectamente y quedó curado, de suerte que veía de lejos claramente todas
las cosas.
26 Y le envió a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo.»
27 Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de
Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen
los hombres que soy yo?»
28 Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías;
otros, que uno de los profetas.»
29 Y él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro
le contesta: «Tú eres el Cristo.»
30 Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él.
31 Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho
y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser
matado y resucitar a los tres días.
32 Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a
reprenderle.
33 Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro,
diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son
los de Dios, sino los de los hombres.»
34 Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo:
«Si
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su
cruz y
sígame.
35 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su
vida por mí y por el Evangelio, la salvará.
36 Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su
vida?
37 Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?
38 Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta
generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará
de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.»
Marcos 9
1 Les decía también: «Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay
algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino
de Dios.»
2 Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, Santiago y Juan, y
los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de
ellos,
3 y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que
ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo.
4 Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús.
5 Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos
aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías»;
6 - pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados -.
7 Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino
una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle.»
8 Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a
Jesús solo con ellos.
9 Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que
habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
10 Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era
eso de «resucitar de entre los muertos.»
11 Y le preguntaban: «¿Por qué dicen los escribas que Elías debe
venir primero?»
12 El les contestó: «Elías vendrá primero y restablecerá todo; mas,
¿cómo está escrito del Hijo del hombre que sufrirá mucho y que será
despreciado?
13 Pues bien, yo os digo: Elías ha venido ya y han hecho con él cuanto
han querido, según estaba escrito de él.»
14 Al llegar donde los discípulos, vio a mucha gente que les rodeaba y
a unos escribas que discutían con ellos.
15 Toda la gente, al verle, quedó sorprendida y corrieron a saludarle.
16 El les preguntó: «¿De qué discutís con ellos?»
17 Uno de entre la gente le respondió: «Maestro, te he traído a mi hijo
que tiene un espíritu mudo
18 y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar
espurnarajos, rechinar de dientes y le deja rígido. He dicho a tus discípulos
que lo expulsaran, pero no han podido.»
19 El les responde: «¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré
con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo!»
20 Y se lo trajeron. Apenas el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente
al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos.
21 Entonces él preguntó a su padre: «¿Cuánto tiempo hace que le
viene sucediendo esto?» Le dijo: «Desde niño.
22 Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar con
él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros.»
23 Jesús le dijo: «¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para
quien cree!»
24 Al instante, gritó el padre del muchacho: «¡Creo, ayuda a mi poca
fe!»
25 Viendo Jesús que se agolpaba la gente, increpó al
espíritu
inmundo, diciéndole: «Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y
no entres más en él.»
26 Y el espíritu salió dando gritos y agitándole con violencia. El
muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que muchos decían que
había muerto.
27 Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y él se puso en pie.
28 Cuando Jesús entró en casa, le preguntaban en privado sus
discípulos: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?»
29 Les dijo: «Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la
oración.»
30 Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se
supiera,
31 porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del
hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres
días de haber muerto resucitará.»
32 Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle.
33 Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De
qué discutíais por el camino?»
34 Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién
era el mayor.
35 Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser
el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.»
36 Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus
brazos y les dijo:
37 «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe;
y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me
ha
enviado.»
38 Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios
en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no
venía con nosotros.»
39 Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un
milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí.
40 Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.»
41 «Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de
que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.»
42 «Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le
es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los
asnos y que le echen al mar.
43 Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que
entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego
que no se apaga.
45 Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres
cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna.
47 Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres
con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la
gehenna,
48 donde = su gusano no muere y el fuego no se apaga; =
49 pues todos han de ser salados con fuego.
50 Buena es la sal; mas si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la
sazonaréis? Tened sal en vosotros y tened paz unos con otros.»
Marcos 10
1 Y levantándose de allí va a la región de Judea, y al otro lado
del
Jordán, y de nuevo vino la gente donde él y, como acostumbraba, les
enseñaba.
2 Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban:
«¿Puede el marido repudiar a la mujer?»
3 El les respondió: ¿Qué os prescribió Moisés?»
4 Ellos le dijeron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y
repudiarla.»
5 Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón
escribió para vosotros este precepto.
6 Pero desde el comienzo de la creación, = El los hizo varón y
hembra. =
7 = Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, =
8 = y los dos se harán una sola carne. = De manera que ya no son dos,
sino una sola carne.
9 Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.»
10 Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto.
11 El les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete
adulterio contra aquélla;
12 y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.»
13 Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos
les reñían.
14 Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños
vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos
es el
Reino de Dios.
15 Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no
entrará en él.»
16 Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre
ellos.
17 Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y
arodillándose ante él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿ qué he de hacer para
tener en herencia vida eterna?»
18 Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino
sólo Dios.
19 Ya sabes los mandamientos: = No mates, no cometas adulterio, no
robes, no levantes falso testimonio, = no seas injusto, = honra a tu padre y a
tu madre.» =
20 El, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi
juventud.»
21 Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta:
anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el
cielo; luego, ven y sígueme.»
22 Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque
tenía muchos bienes.
23 Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil
es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!»
24 Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas
Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar
en el Reino de Dios!
25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que
un rico entre en el Reino de Dios.»
26 Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y
¿quién se podrá salvar?»
27 Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible;
pero no para Dios, porque todo es posible para Dios.»
28 Pedro se puso a decirle: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo
y te hemos seguido.»
29 Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos,
hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio,
30 quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas,
hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el
mundo venidero, vida eterna.
31 Pero muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros.»
32 Iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de
ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó
otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder:
33 «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será
entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y
le entregarán a los gentiles,
34 y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los
tres días resucitará.»
35 Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen:
«Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos.»
36 El les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?»
37 Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria,
uno a tu derecha y otro a tu izquierda.»
38 Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que
yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a
ser
bautizado?»
39 Ellos le dijeron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «La copa que yo
voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el
bautismo
conque yo voy a ser bautizado;
40 pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el
concederlo, sino que es para quienes está preparado.»
41 Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y
Juan.
42 Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como
jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes
las oprimen con su poder.
43 Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a
ser grande entre vosotros, será vuestro servidor,
44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos,
45 que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a
servir y a dar su vida como rescate por muchos.»
46 Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus
discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un
mendigo ciego, estaba sentado junto al camino.
47 Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de
David, Jesús, ten compasión de mí!»
48 Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho
más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!»
49 Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle.» Llaman al ciego, diciéndole:
«¡Animo, levántate! Te llama.»
50 Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús.
51 Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?» El
ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!»
52 Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y al instante, recobró la
vista y le seguía por el camino.
Marcos 11
1 Cuando se aproximaban a Jerusalén, cerca ya de Betfagé y Betania,
al pie del monte de los Olivos, envía a dos de sus discípulos,
2 diciéndoles: «Id al pueblo que está enfrente de vosotros, y no bien
entréis en él, encontraréis un pollino atado, sobre el que no ha
montado
todavía ningún hombre. Desatadlo y traedlo.
3 Y si alguien os dice: “¿Por qué hacéis eso?”, decid: “El Señor lo
necesita, y que lo devolverá en seguida”.»
4 Fueron y encontraron el pollino atado junto a una puerta, fuera, en la
calle, y lo desataron.
5 Algunos de los que estaban allí les dijeron: «¿Qué hacéis desatando
el pollino?»
6 Ellos les contestaron según les había dicho Jesús, y les dejaron.
7 Traen el pollino donde Jesús, echaron encima sus mantos y se sentó
sobre él.
8 Muchos extendieron sus mantos por el camino; otros, follaje cortado
de los campos.
9 Los que iban delante y los que le seguían, gritaban: «= ¡Hosanna!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor! =
10 ¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David! = ¡Hosanna =
en las alturas!»
11 Y entró en Jerusalén, en el Templo, y después de observar todo a
su alrededor, siendo ya tarde, salió con los Doce para Betania.
12 Al día siguiente, saliendo ellos de Betania, sintió hambre.
13 Y viendo de lejos una higuera con hojas, fue a ver si encontraba
algo en ella; acercándose a ella, no encontró más que hojas; es que no era
tiempo de higos.
14 Entonces le dijo: «¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti!» Y sus
discípulos oían esto.
15 Llegan a Jerusalén; y entrando en el Templo, comenzó a echar
fuera a los que vendían y a los que compraban en el Templo; volcó
las
mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas
16 y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo.
17 Y les enseñaba, diciéndoles: «¿No está escrito: = Mi Casa será
llamada Casa de oración para todas las gentes? = ¡Pero vosotros la tenéis
hecha una = cueva de bandidos! =»
18 Se enteraron de esto los sumos sacerdotes y los escribas y buscaban
cómo podrían matarle; porque le tenían miedo, pues toda la gente
estaba
asombrada de su doctrina.
19 Y al atardecer, salía fuera de la ciudad.
20 Al pasar muy de mañana, vieron la higuera, que estaba seca hasta
la raíz.
21 Pedro, recordándolo, le dice: «¡Rabbí, mira!, la higuera que
maldijiste está seca.»
22 Jesús les respondió: «Tened fe en Dios.
23 Yo os aseguro que quien diga a este monte: “Quítate y arrójate al
mar” y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice,
lo obtendrá.
24 Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo
habéis recibido y lo obtendréis.
25 Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo
contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os
perdone vuestras ofensas.»
27 Vuelven a Jerusalén y, mientras paseaba por el Templo, se le
acercan los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos,
28 y le decían: «¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién te ha dado
tal autoridad para hacerlo?»
29 Jesús les dijo: «Os voy a preguntar una cosa. Respondedme y os
diré con qué autoridad hago esto.
30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres?
Respondedme.»
31 Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: “Del cielo”, dirá: “Entonces,
¿por qué no le creísteis?”
32 Pero ¿vamos a decir: “De los hombres?”» Tenían miedo a la gente;
pues todos tenían a Juan por un verdadero profeta.
33 Responden, pues, a Jesús: «No sabemos.» Jesús entonces les dice:
«Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.»
Marcos 12
1 Y se puso a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la
rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó
a unos
labradores, y se ausentó.
2 Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de
ellos una parte de los frutos de la viña.
3 Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos
vacías.
4 De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y
le insultaron.
5 Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos,
hiriendo a unos, matando a otros.
6 Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último,
diciendo: “A mi hijo le respetarán”.
7 Pero aquellos labradores dijeron entre sí: “Este es el heredero.
Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia.”
8 Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña.
9 ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los
labradores y entregará la viña a otros.
10 ¿No habéis leído esta Escritura: = La piedra que los constructores
desecharon, en piedra angular se ha convertido; =
11 = fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?» =
12 Trataban de detenerle - pero tuvieron miedo a la gente - porque
habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole,
se fueron.
13 Y envían donde él algunos fariseos y herodianos, para cazarle en
alguna palabra.
14 Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te
importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que
enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o
no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?»
15 Mas él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me
tentáis? Traedme un denario, que lo vea.»
16 Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen
y la
inscripción?» Ellos le dijeron: «Del César.»
17 Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a
Dios.» Y se maravillaban de él.
18 Se le acercan unos saduceos, esos que niegan que haya
resurrección, y le preguntaban:
19 «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de
alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para
dar descendencia a su hermano.
20 Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar
descendencia;
21 también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el
tercero lo mismo.
22 Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió
también la mujer.
23 En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer?
Porque los siete la tuvieron por mujer.»
24 Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto,
por no entender las Escrituras ni el poder de Dios?
25 Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer
ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos.
26 Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro
de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: = Yo soy el
Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? =
27 No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error.»
28 Acercóse uno de los escribas que les había oído y, viendo que les
había respondido muy bien, le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los
mandamientos?»
29 Jesús le contestó: «El primero es: = Escucha, Israel: El Señor,
nuestro Dios, es el único Señor, =
30 = y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma, = con toda tu mente y = con todas tus fuerzas. =
31 El segundo es: = Amarás a tu prójimo como a ti mismo. = No
existe otro mandamiento mayor que éstos.»
32 Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que =
El es único y que no hay otro fuera de El, =
33 = y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas
las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo = vale más que todos los
holocaustos y sacrificios.»
34 Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No
estás lejos del Reino de Dios.» Y nadie más se atrevía ya a hacerle
preguntas.
35 Jesús, tomando la palabra, decía mientras enseñaba en el Templo:
«¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?
36 David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo: = Dijo el Señor a
mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de
tus pies. =
37 El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo
suyo?» La muchedumbre le oía con agrado.
38 Decía también en su instrucción: «Guardaos de los escribas, que
gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas,
39 ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros
puestos en los banquetes;
40 y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas
oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa.
41 Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la
gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho.
42 Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una
cuarta parte del as.
43 Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: «Os digo de verdad
que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del
Tesoro.
44 Pues todos han echado de los que les sobraba, ésta, en cambio, ha
echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir.
Marcos 13
1 Al salir del Templo, le dice uno de sus discípulos: «Maestro, mira
qué piedras y qué construcciones.»
2 Jesús le dijo: «¿Ves estas grandiosas construcciones? No quedará
piedra sobre piedra que no sea derruida.»
3 Estando luego sentado en el monte de los Olivos, frente al Templo,
le preguntaron en privado Pedro, Santiago, Juan y Andrés:
4 «Dinos cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de que todas estas
cosas están para cumplirse.»
5 Jesús empezó a decirles: «Mirad que no os engañe nadie.
6 Vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: “Yo soy”, y
engañarán a muchos.
7 Cuando oigáis hablar de guerras y de rumores de guerras, no os
alarméis; porque eso es necesario que suceda, pero no es todavía el fin.
8 Pues se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá
terremotos en diversos lugares, habrá hambre: esto será el comienzo de los
dolores de alumbramiento.
9 «Pero vosotros mirad por vosotros mismos; os entregarán a los
tribunales, seréis azotados en las sinagogas y compareceréis
ante
gobernadores y reyes por mi causa, para que deis testimonio ante ellos.
10 Y es preciso que antes sea proclamada la Buena Nueva a todas las
naciones.
11 «Y cuando os lleven para entregaros, no os preocupéis de qué vais
a hablar; sino hablad lo que se os comunique en aquel momento. Porque no
seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu Santo.
12 Y entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se
levantarán hijos contra padres y los matarán.
13 Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que
persevere hasta el fin, ése se salvará.
14 «Pero cuando veáis = la abominación de la desolación = erigida
donde no debe (el que lea, que entienda), entonces, los que estén en Judea,
huyan a los montes;
15 el que esté en el terrado, no baje ni entre a recoger algo de su casa,
16 y el que esté por el campo, no regrese en busca de su manto.
17 ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días!
18 Orad para que no suceda en invierno.
19 Porque aquellos días habrá = una tribulación cual no la hubo =
desde el principio de la creación, que hizo Dios, = hasta el presente, = ni la
volverá a haber.
20 Y si el Señor no abreviase aquellos días, no se salvaría nadie, pero
en atención a los elegidos que él escogió, ha abreviado los días.
21 Entonces, si alguno os dice: “Mirad, el Cristo aquí” “Miradlo allí”,
no lo creáis.
22 Pues surgirán falsos cristos y falsos profetas y realizarán señales y
prodigios con el propósito de engañar, si fuera posible, a los elegidos.
23 Vosotros, pues, estad sobre aviso; mirad que os lo he predicho
todo.
24 «Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se
oscurecerá, la luna no dará su resplandor,
25 las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los
cielos serán sacudidas.
26 Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con
gran poder y gloria;
27 entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus
elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
28 «De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están
tiernas y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca.
29 Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que El
está cerca, a las puertas.
30 Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto
suceda.
31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
32 Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo,
ni el Hijo, sino sólo el Padre.
33 «Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento.
34 Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa,
da
atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que
vele;
35 velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa,
si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada.
36 No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos.
37 Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!»
Marcos 14
1 Faltaban dos días para la Pascua y los Azimos. Los sumos
sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle.
2 Pues decían: «Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del
pueblo.»
3 Estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la
mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de
nardo, de mucho precio; quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza.
4 Había algunos que se decían entre sí indignados: «¿Para qué este
despilfarro de perfume?
5 Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios
y habérselo dado a los pobres.» Y refunfuñaban contra ella.
6 Mas Jesús dijo: «Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra
buena en mí.
7 Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien
cuando queráis; pero a mí no me tendréis siempre.
8 Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a embalsamar mi
cuerpo para la sepultura.
9 Yo os aseguro: dondequiera que se proclame la Buena Nueva, en el
mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para
memoria
suya.»
10 Entonces, Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue donde los sumos
sacerdotes para entregárselo.
11 Al oírlo ellos, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él andaba
buscando cómo le entregaría en momento oportuno.
12 El primer día de los Azimos, cuando se sacrificaba el cordero
pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los
preparativos para que comas el cordero de Pascua?»
13 Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad;
os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle
14 y allí donde entre, decid al dueño de la casa: “El Maestro
dice:
¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?”
15 El os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y
preparada; haced allí los preparativos para nosotros.»
16 Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal
como les había dicho, y prepararon la Pascua.
17 Y al atardecer, llega él con los Doce.
18 Y mientras comían recostados, Jesús dijo: «Yo os aseguro que uno
de vosotros me entregará, el que come conmigo.»
19 Ellos empezaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: «¿Acaso
soy yo?»
20 El les dijo: «Uno de los Doce que moja conmigo en el mismo
plato.
21 Porque el Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay
de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese
hombre no haber nacido!»
22 Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se
lo dio y dijo: «Tomad, este es mi cuerpo.»
23 Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron
todos de ella.
24 Y les dijo: «Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por
muchos.
25 Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día
en que lo beba nuevo en el Reino de Dios.»
26 Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.
27 Jesús les dice: «Todos os vais a escandalizar, ya que está escrito: =
Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. =
28 Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea.»
29 Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no.»
30 Jesús le dice: «Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el
gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres.»
31 Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te
negaré.» Lo mismo decían también todos.
32 Van a una propiedad, cuyo nombre es Getsemaní, y dice a sus
discípulos: «Sentaos aquí, mientras yo hago oración.»
33 Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor
y angustia.
34 Y les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos
aquí y velad.»
35 Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser
posible pasara de él aquella hora.
36 Y decía: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta
copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú.»
37 Viene entonces y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «Simón,
¿duermes?, ¿ni una hora has podido velar?
38 Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está
pronto, pero la carne es débil.»
39 Y alejándose de nuevo, oró diciendo las mismas palabras.
40 Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban
cargados; ellos no sabían qué contestarle.
41 Viene por tercera vez y les dice: «Ahora ya podéis dormir y
descansar. Basta ya. Llegó la hora. Mirad que el Hijo del hombre va a ser
entregado en manos de los pecadores.
42 ¡Levantaos! ¡vámonos! Mirad, el que me va a entregar está cerca.»
43 Todavía estaba hablando, cuando de pronto se presenta Judas, uno
de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, de parte de los
sumos sacerdotes, de los escribas y de los ancianos.
44 El que le iba a entregar les había dado esta contraseña: «Aquel a
quien yo dé un beso, ése es, prendedle y llevadle con cautela.»
45 Nada más llegar, se acerca a él y le dice: «Rabbí», y le dio un beso.
46 Ellos le echaron mano y le prendieron.
47 Uno de los presentes, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo
Sacerdote, y le llevó la oreja.
48 Y tomando la palabra Jesús, les dijo: «¿Como contra un salteador
habéis salido a prenderme con espadas y palos?
49 Todos los días estaba junto a vosotros enseñando en el Templo, y
no me detuvisteis. Pero es para que se cumplan las Escrituras.»
50 Y abandonándole huyeron todos.
51 Un joven le seguía cubierto sólo de un lienzo; y le detienen.
52 Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo.
53 Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y se reúnen todos los
sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas.
54 También Pedro le siguió de lejos, hasta dentro del palacio del
Sumo Sacerdote, y estaba sentado con los criados, calentándose al fuego.
55 Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando
contra Jesús un testimonio para darle muerte; pero no lo encontraban.
56 Pues muchos daban falso testimonio contra él, pero los testimonios
no coincidían.
57 Algunos, levantándose, dieron contra él este falso testimonio:
58 «Nosotros le oímos decir: Yo destruiré este Santuario hecho por
hombres y en tres días edificaré otro no hecho por hombres.»
59 Y tampoco en este caso coincidía su testimonio.
60 Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y poniéndose en medio,
preguntó a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos
atestiguan
contra ti?»
61 Pero él seguía callado y no respondía nada. El Sumo Sacerdote le
preguntó de nuevo: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?»
62 Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis = al Hijo del hombre sentado a la
diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo.» =
63 El Sumo Sacerdote se rasga las túnicas y dice: «¿Qué necesidad
tenemos ya de testigos?
64 Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?» Todos juzgaron que
era reo de muerte.
65 Algunos se pusieron a escupirle, le cubrían la cara y le daban
bofetadas, mientras le decían: «Adivina», y los criados le
recibieron a
golpes.
66 Estando Pedro abajo en el patio, llega una de las criadas del Sumo
Sacerdote
67 y al ver a Pedro calentándose, le mira atentamente y le dice:
«También tú estabas con Jesús de Nazaret.»
68 Pero él lo negó: «Ni sé ni entiendo qué dices», y salió afuera, al
portal, y cantó un gallo.
69 Le vio la criada y otra vez se puso a decir a los que estaban allí:
«Este es uno de ellos.»
70 Pero él lo negaba de nuevo. Poco después, los que estaban allí
volvieron a decir a Pedro: «Ciertamente eres de ellos pues además
eres
galileo.»
71 Pero él, se puso a echar imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a
ese hombre de quien habláis!»
72 Inmediatamente cantó un gallo por segunda vez. Y Pedro recordó
lo que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante dos veces, me habrás
negado tres.» Y rompió a llorar.
Marcos 15
1 Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes
con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado a
Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato.
2 Pilato le preguntaba: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» El le
respondió: «Sí, tú lo dices.»
3 Los sumos sacerdotes le acusaban de muchas cosas.
4 Pilato volvió a preguntarle: «¿No contestas nada? Mira de cuántas
cosas te acusan.»
5 Pero Jesús no respondió ya nada, de suerte que Pilato estaba
sorprendido.
6 Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran.
7 Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos
sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato.
8 Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder.
9 Pilato les contestó: «¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?»
10 (Pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes le habían
entregado por envidia.)
11 Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les
soltase más bien a Barrabás.
12 Pero Pilato les decía otra vez: «Y ¿qué voy a hacer con el que
llamáis el Rey de los judíos?»
13 La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!»
14 Pilato les decía: «Pero ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaron con
más fuerza: «Crucifícale!»
15 Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a
Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.
16 Los soldados le llevaron dentro del palacio, es decir, al pretorio y
llaman a toda la cohorte.
17 Le visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la
ciñen.
18 Y se pusieron a saludarle: «¡Salve, Rey de los judíos!»
19 Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, doblando
las rodillas, se postraban ante él.
20 Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron la púrpura, le
pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle.
21 Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del
campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz.
22 Le conducen al lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario.
23 Le daban vino con mirra, pero él no lo tomó.
24 Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver
qué se llevaba cada uno.
25 Era la hora tercia cuando le crucificaron.
26 Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El Rey
de los judíos.»
27 Con él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su
izquierda.
29 Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y
diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días,
30 ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!»
31 Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con
los escribas diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse.
32 ¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo
veamos y creamos.» También le injuriaban los que con él
estaban
crucificados.
33 Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la
hora nona.
34 A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: = «Eloí, Eloí, ¿lema
sabactaní?», - que quiere decir - = «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has
abandonado?» =
35 Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías.»
36 Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y,
sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver
si viene Elías a descolgarle.»
37 Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró.
38 Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo.
39 Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de
esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.»
40 Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María
Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé,
41 que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras
muchas que habían subido con él a Jerusalén.
42 Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del
sábado,
43 vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que
esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar
donde
Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús.
44 Se extraño Pilato de que ya estuviese muerto y, llamando al
centurión, le preguntó si había muerto hacía tiempo.
45 Informado por el centurión, concedió el cuerpo a José,
46 quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió
en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca; luego,
hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro.
47 María Magdalena y María la de Joset se fijaban dónde era puesto.
Marcos 16
1 Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé
compraron aromas para ir a embalsamarle.
2 Y muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol,
van al sepulcro.
3 Se decían unas otras: «¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del
sepulcro?»
4 Y levantando los ojos ven que la piedra estaba ya retirada; y eso que
era muy grande.
5 Y entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado en el lado
derecho, vestido con una túnica blanca, y se asustaron.
6 Pero él les dice: «No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el
Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde le pusieron.
7 Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros
a Galilea; allí le veréis, como os dijo.»
8 Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto
se había apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie porque tenían
miedo...
9 Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se
apareció primero a María Magdalena, de la que había echado
siete
demonios.
10 Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con él, que
estaban tristes y llorosos.
11 Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron.
12 Después de esto, se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos
cuando iban de camino a una aldea.
13 Ellos volvieron a comunicárselo a los demás; pero tampoco
creyeron a éstos.
14 Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y
les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído
a quienes le habían visto resucitado.
15 Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a
toda la creación.
16 El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se
condenará.
17 Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi
nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas,
18 agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les
hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.»
19 Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo
y se sentó a la diestra de Dios.
20 Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con
ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban.