3 Pues tú te sientas en tu trono eternamente; mas nosotros por
siempre
perecemos.
4 Señor omnipotente, Dios de Israel, escucha la oración los muertos
de
Israel, de los hijos de aquellos que pecaron contra ti: desoyeron ellos la voz
del
Señor su Dios, y por eso se han pegado a nosotros estos males.
5 No te acuerdes de las iniquidades de nuestros padres, sino acuérdate de tu
mano y de tu Nombre en esta hora.
6 Pues eres el Señor Dios nuestro, y nosotros queremos alabarte, Señor.
7 Para eso pusiste tu temor en nuestros corazones, para que invocáramos tu
Nombre. Queremos alabarte en nuestro destierro, porque hemos apartado
de
nuestro corazón toda la iniquidad de nuestros padres, que pecaron ante ti.
8 Aquí estamos todavía en nuestro destierro, donde tú nos dispersaste, para
que fuésemos oprobio, maldición y condenación por todas las
iniquidades de
nuestros padres que apartaron del Señor Dios nuestro.
9 Escucha, Israel, los mandamientos de vida, tiende tu oído para conocer la
prudencia.
10 ¿Por qué, Israel, por qué estás en país de enemigos, has envejecido en
un país extraño,
11 te has contaminado con cadáveres, contado entre los que bajan al seol?
12 ¡Es que abandonaste la fuente de la sabiduría!
13 Si hubieras andado por el camino de Dios, habrías vivido en paz
eternamente.
14 Aprende dónde está la prudencia, dónde la fuerza, dónde la inteligencia,
para saber al mismo tiempo dónde está la longevidad y la vida, dónde la luz de
los ojos y la paz.
15 Pero ¿quién ha encontrado su mansión, quién ha entrado en sus tesoros?
16 ¿Dónde están los príncipes de las naciones, y los que dominan
las
bestias de la tierra,
17 los que juegan con las aves del cielo, los que atesoran la plata y el oro
en que confían los hombres, y cuyo afán de adquirir no tiene fin;
18 los que labran la plata con cuidado, mas no dejan rastro de sus obras?