8 Olvidasteis al Dios eterno, el que os sustenta, y afligisteis a Jerusalén, la
que os crió.
9 Pues vio ella caer sobre vosotros la ira que viene de Dios, y
dijo:
Escuchad, vecinas de Sión: Dios me ha enviado un gran dolor:
10 he visto el cautiverio de mis hijos y mis hijas que el Eterno hizo venir
sobre ellos.
11 Con gozo los había yo criado, y los he despedido con lágrimas y duelo.
12 Que nadie se regocije de mí, la viuda abandonada de tantos; estoy en
soledad por los pecados de mis hijos, porque se desviaron de la Ley de Dios,
13 no conocieron sus decretos, no fueron por el camino de
los
mandamientos de Dios, ni siguieron las sendas de disciplina según su justicia.
14 ¡Que vengan las vecinas de Sión! Acordaos del cautiverio de mis hijos y
mis hijas, que el Eterno hizo venir sobre ellos.
15 Pues él trajo sobre ellos una nación de lejos, nación insolente,
de
lenguaje extraño, que no respetó al anciano, ni del niño tuvo compasión,
16 se llevó a los hijos amados de la viuda, y la dejó sola, privada de sus
hijas.
17 Y yo ¿cómo puedo ayudaros?
18 Aquel que trajo sobre vosotros los males os librará de la mano
de
vuestros enemigos.
19 Andad, hijos, andad vuestro camino, que yo me he quedado sola.
20 Me ha quitado el vestido de paz, me he puesto el sayal de mis súplicas,
clamaré al Eterno mientras viva.
21 Animo, hijos, clamad al Señor: el os librará de la tiranía y de la mano de
vuestros enemigos.
22 Yo espero del Eterno vuestra salvación, del Santo me ha venido la
alegría, por la misericordia que llegará pronto a vosotros de parte
del Eterno,
vuestro Salvador.
23 Os despedí con duelo y lágrimas, pero Dios os devolverá a mí
entre
contento y regocijo para siempre.
24 Y como las vecinas de Sión ven ahora vuestro cautiverio, así
verán
pronto vuestra salvación de parte de Dios, que os llegará con gran
gloria y
resplandor del Eterno.
25 Hijos, soportad con paciencia la ira que de parte de Dios os ha
sobrevenido. Te ha perseguido tu enemigo, pero pronto verás su ruina
y en su
cerviz pondrás tu pie.
26 Mis hijos más delicados han marchado por ásperos caminos, han sido
llevados como rebaño arrebatado por enemigos.
27 ¡Animo, hijos, clamad a Dios! pues el que os trajo esto se acordará de
vosotros;
28 y como vuestro pensamiento sólo fue de alejaros de Dios, vueltos a él,
buscadle con ardor diez veces mayor.
29 Pues el que trajo sobre vosotros estos males os traerá la alegría eterna
con vuestra salvación.
30 ¡Animo, Jerusalén!: te consolará Aquel que te dio nombre.
31 Desdichados los que te hicieron daño y se alegraron de tu caída.
32 Desdichadas las ciudades a las que sirvieron tus hijos. desdichada la que
a tus hijos recibió.
33 Pues como se alegró de tu caída y de tu ruina se regocijó, así se afligirá
por su desolación.