Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Baruc 6, 12-61

12 Hay quien empuña el cetro como un gobernador de provincia, pero no
podría aniquilar al que le ha ofendido.

13 Otro tiene en su diestra espada y hacha, pero no puede defenderse de la
guerra ni de los ladrones.

14 Por donde bien dejan ver que no son dioses. Así que no les temáis.

15 Como el vaso que un hombre usa, cuando se rompe, se hace inservible,
así les pasa a sus dioses una vez colocados en el templo.

16 Sus ojos están llenos del polvo levantado por los pies de los que entran.
17 Lo mismo que a uno que ha ofendido al rey se le cierran bien
las

puertas, como que está condenado a muerte, así los sacerdotes aseguran las
casas


de estos dioses con puertas, cerrojos y trancas, para que no sean saqueados por
los ladrones.

18 Les encienden lámparas y aun más que para ellos mismos, cuando los
dioses no pueden ver ni una sola de ellas.

19 Les pasa lo mismo que a las vigas de la casa cuyo interior se dice que
está aplillado. A los gusanos que suben del suelo y los devoran, a
ellos y sus
vestidos, no los sienten.

20 Sus caras están ennegrecidas por la humareda de la casa.

21 Sobre su cuerpo y sus cabezas revolotean lechuzas vencejos y otros
pájaros; y también hay gatos.

22 Por donde podéis ver que no son dioses; así que no les temáis.

23 El oro mismo con que los recubren para embellecerlos no lograría
hacerlos brillar si no hubiera quien le limpiara la herrumbre, pues ni cuando
eran
fundidos se daban cuenta.

24 A enorme precio han sido comprados esos dioses en los que no hay
soplo de vida.

25 Al no tener pies, son llevados a hombros, exhibiendo así a los hombres
su propia ignominia; y quedan también en vergüenza sus servidores, porque si
aquéllos llegan a caer en tierra, tienen que ser levantados por ellos.

26 Si se les pone en pie, no pueden moverse por sí mismos; si se les tumba,
no logran enderezarse solos; como a muertos, se les presentan las ofrendas.

27 Sus víctimas las venden los sacerdotes y sacan provecho de ellas;
también sus mujeres ponen una parte en conserva, sin repartir nada al pobre ni
al
enfermo; y las mujeres que acaban de dar a luz y las que están en
estado de
impureza tocan sus víctimas.

28 Conociendo, pues, por todo esto que no son dioses, no les temáis.

29 ¿Cómo, en efecto, podrían llamarse dioses? Son mujeres las que
presentan ofrendas ante estos dioses de plata, oro y madera.

30 Y en sus templos los sacerdotes se están sentados, con las
túnicas
desgarradas, las cabezas y las barbas rapadas y la cabeza descubierta;

31 y vocean chillando delante de sus dioses como hacen algunos en un
banquete fúnebre.

32 Los sacerdotes les quitan la vestimenta para vestir a sus mujeres y sus

hijos.

33 Si alguien les hace daño o favor, no pueden darle su merecido.
Ni

pueden poner ni quitar rey.

34 Tampoco son capaces de dar ni riquezas ni dinero. Si alguien les hace
un voto y no lo cumple, no le piden cuentas.

35 Jamás libran a un hombre de la muerte, ni arrancan al débil de
las
manos del poderoso.


36 No pueden devolver la vista al ciego, ni liberar al hombre que se halla
en necesidad.

37 No tienen piedad de la viuda ni hacen bien al huérfano.

38 A los peñasos sacados del monte se parecen esos maderos recubiertos
de oro y plata, y sus servidores quedan en vergüenza.

39 ¿Cómo, pues, se puede creer o afirmar que son dioses?

40 Más aún, los mismos caldeos los desacreditan cuando, al ver a un mudo
que no puede hablar, lo llevan donde Bel, pidiéndole que le devuelva el habla,
como si este dios pudiera percibir.

41 Y no pueden ellos, que piensan, abandonar a sus dioses que no sienten

nada.

42 Las mujeres, ceñidas de cuerdas, se sientan junto a los casminos

quemando como incienso el salvado,

43 y, cuando una de ellas, solicitada por algún transeúnte, se acuesta con
él, reprocha a su vecina de no haber sido hallada digna como ella y de no haber
sido rota su cuerda.

44 Todo lo que se hace en honor de ellos es engaño. ¿Cómo, pues, se puede
creer o afirmar que son dioses?

45 Han sido fabricados por artesanos y orfebres, y no son cosa que lo que
sus artífices quieren que sean.

46 Los mismos que los han fabricado no duran mucho tiempo; ¿cómo,
pues, van a ser dioses las cosas fabricadas por ellos?

47 Sólo mentira y oprobio han dejado a su posteridad.

48 Y cuando les sobrevienen guerras o calamidades, los
sacerdotes
deliberan entre sí dónde esconderse con ellos.

49 ¿Cómo, pues, no darse cuenta de que no son dioses los que no pueden
salvarse a sí mismos de la guerra ni de las calamidades?

50 No siendo otra cosa que madera dorada y plateada, se reconocer
reconocerá más tarde que no son más que mentira. Para todos, naciones y reyes,
quedará claro que no son dioses, sino obras de manos de hombres, y que no hay
en ellos obra alguna de un dios.

51 ¿A quién, pues, no parecerá evidente que no son dioses?

52 No pueden poner rey en un país, ni dar a los hombres la lluvia.

53 No saben juzgar sus pleitos, ni liberar y proteger al agraviado, porque
son incapaces; como cornejas son entre el cielo y la tierra.

54 Pues si llega a prender el fuego en la casa de esos dioses de
madera,
dorados y plateados, sus sacerdotes escaparán y se pondrán a salvo,
pero ellos
serán, como postes, presa de las llamas.

55 Tampoco pueden resistir a rey ni a ejército enemigo.
56 ¿Cómo pues, admitir o creer que son dioses?

57 Ni de ladrones y salteadores pueden defenderse estos dioses de madera,
plateados y dorados; aquéllos, más fuertes que ellos, les quitan el oro, la
plata y


la vestimenta que los recubre, y se van con ello, sin que los
dioses puedan
socorrerse a sí mismos.

58 De modo que es mucho mejor ser un rey que ostenda su poder, o
un
utensilio provechoso en una casa, del cual se sirve su dueño, que no estos
falsos
dioses; o una puerta en una casa, que guarda cuanto hay dentro de ella, que no
estos falsos dioses; o bien un poste de madera en un palacio, que no estos
falsos
dioses.

59 El sol, la luna y las estrellas, que brillan y tienen una
misión, son
obedientes:

60 igualmente el relámpago, cuando aparece, es bien visible; asimismo el
viento sopla en todo país;

61 las nubes, cuando reciben de Dios la orden de recorrer toda la tierra, la
ejecutan al punto; y el fuego, enviado de lo alto a consumir montes y bosques,
hace lo que se le ha ordenado.