20 Sus caras están ennegrecidas por la humareda de la casa.
21 Sobre su cuerpo y sus cabezas revolotean lechuzas vencejos y otros
pájaros; y también hay gatos.
22 Por donde podéis ver que no son dioses; así que no les temáis.
23 El oro mismo con que los recubren para embellecerlos no lograría
hacerlos brillar si no hubiera quien le limpiara la herrumbre, pues ni cuando
eran
fundidos se daban cuenta.
24 A enorme precio han sido comprados esos dioses en los que no hay
soplo de vida.
25 Al no tener pies, son llevados a hombros, exhibiendo así a los hombres
su propia ignominia; y quedan también en vergüenza sus servidores, porque si
aquéllos llegan a caer en tierra, tienen que ser levantados por ellos.
26 Si se les pone en pie, no pueden moverse por sí mismos; si se les tumba,
no logran enderezarse solos; como a muertos, se les presentan las ofrendas.
27 Sus víctimas las venden los sacerdotes y sacan provecho de ellas;
también sus mujeres ponen una parte en conserva, sin repartir nada al pobre ni
al
enfermo; y las mujeres que acaban de dar a luz y las que están en
estado de
impureza tocan sus víctimas.
28 Conociendo, pues, por todo esto que no son dioses, no les temáis.
29 ¿Cómo, en efecto, podrían llamarse dioses? Son mujeres las que
presentan ofrendas ante estos dioses de plata, oro y madera.
30 Y en sus templos los sacerdotes se están sentados, con las
túnicas
desgarradas, las cabezas y las barbas rapadas y la cabeza descubierta;
31 y vocean chillando delante de sus dioses como hacen algunos en un
banquete fúnebre.
32 Los sacerdotes les quitan la vestimenta para vestir a sus mujeres y sus
hijos.
33 Si alguien les hace daño o favor, no pueden darle su merecido.
Ni
pueden poner ni quitar rey.
34 Tampoco son capaces de dar ni riquezas ni dinero. Si alguien les hace
un voto y no lo cumple, no le piden cuentas.
35 Jamás libran a un hombre de la muerte, ni arrancan al débil de
las
manos del poderoso.