37 No tienen piedad de la viuda ni hacen bien al huérfano.
38 A los peñasos sacados del monte se parecen esos maderos recubiertos
de oro y plata, y sus servidores quedan en vergüenza.
39 ¿Cómo, pues, se puede creer o afirmar que son dioses?
40 Más aún, los mismos caldeos los desacreditan cuando, al ver a un mudo
que no puede hablar, lo llevan donde Bel, pidiéndole que le devuelva el habla,
como si este dios pudiera percibir.