51 ¿A quién, pues, no parecerá evidente que no son dioses?
52 No pueden poner rey en un país, ni dar a los hombres la lluvia.
53 No saben juzgar sus pleitos, ni liberar y proteger al agraviado, porque
son incapaces; como cornejas son entre el cielo y la tierra.
54 Pues si llega a prender el fuego en la casa de esos dioses de
madera,
dorados y plateados, sus sacerdotes escaparán y se pondrán a salvo,
pero ellos
serán, como postes, presa de las llamas.
55 Tampoco pueden resistir a rey ni a ejército enemigo.
56 ¿Cómo pues, admitir o creer que son dioses?
57 Ni de ladrones y salteadores pueden defenderse estos dioses de madera,
plateados y dorados; aquéllos, más fuertes que ellos, les quitan el oro, la
plata y
la vestimenta que los recubre, y se van con ello, sin que los
dioses puedan
socorrerse a sí mismos.
58 De modo que es mucho mejor ser un rey que ostenda su poder, o
un
utensilio provechoso en una casa, del cual se sirve su dueño, que no estos
falsos
dioses; o una puerta en una casa, que guarda cuanto hay dentro de ella, que no
estos falsos dioses; o bien un poste de madera en un palacio, que no estos
falsos
dioses.
59 El sol, la luna y las estrellas, que brillan y tienen una
misión, son
obedientes: