61 las nubes, cuando reciben de Dios la orden de recorrer toda la tierra, la
ejecutan al punto; y el fuego, enviado de lo alto a consumir montes y bosques,
hace lo que se le ha ordenado.
62 Pero aquéllos no pueden compararse a ninguna de estas cosas, ni
en
presencia, ni en potentia.
63 Así que no se puede creer ni afirmar que sean dioses, puesto que no son
capaces de hacer justicia ni de proporcionar bien alguno a los hombres.
64 Sabiendo, pues, que no son dioses, no les temáis.
65 Tampoco pueden maldecir ni bendecir a los reyes;
66 ni hacer ver a las naciones señales en el cielo; ni resplandecen como el
sol, ni alumbran como la luna.
67 Las bestias valen más que ellos, porque pueden, refugiándose bajo
cubierto, ser útiles a sí mismas.
68 Por ningún lado, pues, aparece que sean dioses; así que no les temáis.