64 Sabiendo, pues, que no son dioses, no les temáis.
65 Tampoco pueden maldecir ni bendecir a los reyes;
66 ni hacer ver a las naciones señales en el cielo; ni resplandecen como el
sol, ni alumbran como la luna.
67 Las bestias valen más que ellos, porque pueden, refugiándose bajo
cubierto, ser útiles a sí mismas.
68 Por ningún lado, pues, aparece que sean dioses; así que no les temáis.
69 Como espantajo en cohombral, que no guarda nada, así son sus dioses
de madera, dorados y plateados.
70 También a un espino en un huerto, en el que todos los pájaros se posan,
o a un muerto echado en lugar oscuro, se pueden comparar sus dioses de madera,
dorados y plateados.
71 Por la púrpura y el lino que se pudre encima de ellos,
conoceréis
también que no son dioses. Ellos mismos serán al fin devorados y
serán un
oprobio para el país.