34 Los dos ancianos, levantándose en medio del pueblo, pusieron sus
manos sobre su cabeza.
35 Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón tenía
puesta su confianza en Dios.
36 Los ancianos dijeron: «Mientras nosotros nos paseábamos solos
por el jardín, entró ésta con dos doncellas. Cerró las puertas y
luego
despachó a las doncellas.
37 Entonces se acercó a ella un joven que estaba escondido y se
acostó con ella.
38 Nosotros, que estábamos en un rincón del jardín, al ver esta
iniquidad, fuimos corriendo donde ellos.
39 Los sorprendimos juntos, pero a él no pudimos atraparle porque
era más fuerte que nosotros, y abriendo la puerta se escapó.
40 Pero a ésta la agarramos y le preguntamos quién era aquel joven.
41 No quiso revelárnoslo. De todo esto nosotros somos testigos.» La
asamblea les creyó como ancianos y jueces del pueblo que eran. Y la
condenaron a muerte.
42 Entonces Susana gritó fuertemente: «Oh Dios eterno, que conoces
los secretos, que todo lo conoces antes que suceda,
43 tú sabes que éstos han levantado contra mí falso testimonio. Y
ahora voy a morir, sin haber hecho nada de lo que su maldad ha tramado
contra mí.»
44 El Señor escuchó su voz
45 y, cuando era llevada a la muerte, suscitó el santo espíritu de un
jovencito llamado Daniel,
46 que se puso a gritar: «¡Yo estoy limpio de la sangre de esta
mujer!»
47 Todo el pueblo se volvió hacia él y dijo: «¿Qué significa eso que
has dicho?»
48 El, de pie en medio de ellos, respondió: «¿Tan necios sois, hijos de
Israel, para condenar sin investigación y sin evidencia a una hija de Israel?
49 ¡Volved al tribunal, porque es falso el testimonio que éstos han
levantado contra ella!»
50 Todo el pueblo se apresuró a volver allá, y los ancianos dijeron a
Daniel: «Ven a sentarte en medio de nosotros y dinos lo que piensas, ya que
Dios te ha dado la dignidad de la ancianidad.»
51 Daniel les dijo entonces: «Separadlos lejos el uno del otro, y yo les
interrogaré.»
52 Una vez separados, Daniel llamó a uno de ellos y le dijo:
«Envejecido en la iniquidad, ahora han llegado al colmo los delitos de tu
vida pasada,
53 dictador de sentencias injustas, que condenabas a los inocentes y
absolvías a los culpables, siendo así que el Señor dice: "No
matarás al
inocente y al justo."
54 Conque, si la viste, dinos bajo qué árbol los viste juntos.»
Respondió él: «Bajo una acacia.»
55 «En verdad - dijo Daniel - contra tu propia cabeza has mentido,
pues ya el ángel de Dios ha recibido de él la sentencia y viene a partirte por
el medio.»
56 Retirado éste, mandó traer al otro y le dijo: «¡Raza de Canaán, que
no de Judá; la hermosura te ha descarriado y el deseo ha pervertido
tu
corazón!
57 Así tratabais a las hijas de Israel, y ellas, por miedo, se entregaban
a vosotros. Pero una hija de Judá no ha podido soportar vuestra iniquidad.