59 En verdad, dijo Daniel, tú también has mentido contra tu propia
cabeza: ya está el ángel del Señor esperando, espada en mano, para partirte
por el medio, a fin de acabar con vosotros.»
60 Entonces la asamblea entera clamó a grandes voces, bendiciendo a
Dios que salva a los que esperan en él.
61 Luego se levantaron contra los dos ancianos, a quienes, por su
propia boca, había convencido Daniel de falso testimonio
62 y, para cumplir la ley de Moisés, les aplicaron la misma pena que
ellos habían querido infligir a su prójimo: les dieron muerte, y aquel día se
salvó una sangre inocente.
63 Jilquías y su mujer dieron gracias a Dios por su hija Susana, así
como Joaquín su marido y todos sus parientes, por el hecho de que
nada
indigno se había encontrado en ella.