10 Tú, oh rey, has ordenado que todo hombre, en cuanto oiga sonar el
cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase
de música, se postre y adore la estatua de oro,
11 y que aquél que no se postre para adorarla sea arrojado en el horno
de fuego ardiente.
12 Pues hay algunos judíos a quienes has encargado de la
administración de la provincia de Babilonia: Sadrak, Mesak y Abed Negó,
que no te hacen caso, oh rey; no sirven a tu dios ni adoran la estatua de oro
que has erigido.»
13 Ebrio de cólera, Nabucodonosor mandó llamar a Sadrak, Mesak y
Abed Negó, que fueron introducidos ante el rey.
14 Nabucodonosor tomó la palabra y dijo: «¿Es verdad, Sadrak,
Mesak y Abed Negó, que no servís a mis dioses ni adoráis la estatua de oro
que yo he erigido?
15 ¿Estáis dispuestos ahora, cuando oigáis sonar el cuerno, el pífano,
la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de
música, a
postraros y adorar la estatua que yo he hecho? Si no la adoráis,
seréis
inmediatamente arrojados en el horno de fuego ardiente; y ¿qué dios
os
podrá librar de mis manos?»
16 Sadrak, Mesak y Abed Negó tomaron la palabra y dijeron al rey
Nabucodonosor: «No necesitamos darte una respuesta sobre este particular.
17 Si nuestro Dios, a quien servimos, es capaz de librarnos, nos librará
del horno de fuego ardiente y de tu mano, oh rey;
18 y si no lo hace, has de saber, oh rey, que nosotros no serviremos a
tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has erigido.»
19 Entonces el rey Nabucodonosor, lleno de cólera y demudada la
expresión de su rostro contra Sadrak, Mesak y Abed Negó, dio orden de que
se encendiese el horno siete veces más de lo corriente,
20 y mandó a los hombres más fuertes de su ejército que ataran a
Sadrak, Mesak y Abed Negó y los arrojaran al horno de fuego ardiente.
21 Fueron, pues, atados estos hombres, con sus zaragüelles, túnicas,
gorros y vestidos, y arrojados al horno de fuego ardiente.