10 Yo contemplaba, en mi lecho, las visiones de mi cabeza. En esto,
un Vigilante, un santo, bajaba del cielo.
11 Con recia voz gritaba así: “Abatid el árbol, cortad sus ramas,
arrancad sus hojas, tirad sus frutos; váyanse las bestias de debajo de él, y
los pájaros de sus ramas.
12 Pero dejad en tierra tocón y raíces con ataduras de hierro y bronce,
entre la hierba del campo. Sea bañado del rocío del cielo y comparta con las
bestias la hierba de la tierra.
13 Deje de ser su corazón de hombre, désele un corazón de bestia y
pasen por él siete tiempos.
14 Es la sentencia dictada por los Vigilantes, la cuestión decidida por
los Santos, para que sepa todo ser viviente que el Altísimo domina sobre el
reino de los hombres: se lo da a quien le place y exalta al más humilde de
los hombres.”»
15 «Tal es el sueño que he tenido yo, el rey Nabucodonosor. Tú,
Beltsassar, dime su interpretación, ya que ninguno de los sabios de mi reino
ha podido darme a conocer su interpretación; pero tú puedes, porque en ti
reside el espíritu de los dioses santos.»
16 Entonces Daniel, por sobrenombre Beltsassar, quedó un instante
aturdido y turbado en sus pensamientos. El rey tomó la palabra y
dijo:
«Beltsassar, no te turbe este sueño y su interpretación.»
Respondió
Beltsassar: «¡ Oh mi señor, sea este sueño para tus
enemigos y su
interpretación para tus adversarios!