24 Por eso, oh rey, acepta mi consejo: rompe tus pecados con obras de
justicia y tus iniquidades con misericordia para con los pobres, para que tu
ventura sea larga.»
25 Todo esto le sobrevino al rey Nabucodonosor.
26 Doce meses después, paseándose por la terraza del palacio real de
Babilonia,
27 iba diciendo el rey: «¿No es ésta la gran Babilonia que yo he
edificado como mi residencia real, con el poder de mi fuerza y para la gloria
de mi majestad?»
28 Aún estaban estas palabras en la boca del rey, cuando una voz cayó
del cielo: «¡A ti se te habla, rey Nabucodonosor! La realeza se te ha ido.