31 «Al cabo del tiempo fijado, yo, Nabucodonosor, levanté los ojos al
cielo, y la razón volvió a mí; entonces bendije al Altísimo,
alabando y
exaltando al que vive eternamente, cuyo imperio es un imperio eterno,
y
cuyo reino dura por todas las generaciones.
32 Los habitantes todos de la tierra ante él, como si no contaran, hace
lo que quiere con el ejército del cielo y con los habitantes de la tierra. Nadie
puede detener su mano o decirle: “¿Qué haces?”