7 «En mi lecho, contemplaba las visiones de mi cabeza: «Un árbol
había en el centro de la tierra, de altura muy grande.
8 El árbol creció, se hizo corpulento, su altura llegaba hasta el cielo,
su expansión, hasta los confines de la tierra.
9 Era hermoso su ramaje, abundante su fruto; había en él comida para
todos, a su sombra se cobijaban las bestias del campo, en sus ramas
anidaban los pájaros del cielo, y toda carne se alimentaba de él.
10 Yo contemplaba, en mi lecho, las visiones de mi cabeza. En esto,
un Vigilante, un santo, bajaba del cielo.
11 Con recia voz gritaba así: “Abatid el árbol, cortad sus ramas,
arrancad sus hojas, tirad sus frutos; váyanse las bestias de debajo de él, y
los pájaros de sus ramas.
12 Pero dejad en tierra tocón y raíces con ataduras de hierro y bronce,
entre la hierba del campo. Sea bañado del rocío del cielo y comparta con las
bestias la hierba de la tierra.