10 Un río de fuego corría y manaba delante de él. Miles de millares le
servían, miríadas de miríadas estaban en pie delante de él. El
tribunal se
sentó, y se abrieron los libros.
11 Miré entonces, atraído por el ruido de las grandes cosas que decía
el cuerno, y estuve mirando hasta que la bestia fue muerta y su
cuerpo
destrozado y arrojado a la llama de fuego.
12 A las otras bestias se les quitó el dominio, si bien se les concedió
una prolongación de vida durante un tiempo y hora determinados.
13 Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que
en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el
Anciano y fue llevado a su presencia.
14 A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones
y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y
su reino no será destruido jamás.
15 Yo, Daniel, quedé muy impresionado en mi espíritu por estas
cosas, y las visiones de mi cabeza me dejaron turbado.
16 Me acerqué a uno de los que estaban allí de pie y le pedí que me
dijera la verdad acerca de todo esto. El me respondió y me indicó
la
interpretación de estas cosas:
17 «Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que surgirán de la
tierra.
18 Los que han de recibir el reino son los santos del Altísimo, que
poseerán el reino eternamente, por los siglos de los siglos.»
19 Después quise saber la verdad sobre la cuarta bestia, que era
diferente de las otras, extraordinariamente terrible, con dientes de hierro y
uñas de bronce, que comía, trituraba y pisoteaba con sus patas lo sobrante;