8 Yahveh separó entonces a la tribu de Leví para llevar el arca de la
alianza de Yahveh, sirviéndole y dando la bendición en su nombre hasta el
día de hoy.
9 Por eso Leví no ha tenido parte ni heredad con sus hermanos:
Yahveh es su heredad, como Yahveh tu Dios le dijo.
10 Yo me quedé en el monte, como la primera vez, cuarenta días y
cuarenta noches. También esta vez me escuchó Yahveh y renunció a
destruirte.
11 Y me dijo Yahveh: «Levántate, ve a ponerte al frente de este
pueblo, para que vayan a tomar posesión de la tierra que yo juré
a sus
padres que les daría.»
12 Y ahora, Israel, ¿qué te pide tu Dios, sino que temas a Yahveh tu
Dios, que sigas todos sus caminos, que le ames, que sirvas a Yahveh
tu
Dios con todo tu corazón y con toda tu alma,
13 que guardes los mandamientos de Yahveh y sus preceptos que yo
te prescribo hoy para que seas feliz?
14 Mira: De Yahveh tu Dios son los cielos y los cielos de los cielos, la
tierra y cuanto hay en ella.
15 Y con todo, sólo de tus padres se prendó Yahveh y eligió a su
descendencia después de ellos, a vosotros mismos, de entre todos los
pueblos, como hoy sucede.
16 Circuncidad el prepucio de vuestro corazón y no endurezcáis más
vuestra cerviz,
17 porque Yahveh vuestro Dios es el Dios de los dioses y el Señor de
los señores, el Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de
personas ni admite soborno;
18 que hace justicia al huérfano y a la viuda, y ama al forastero,
a
quien da pan y vestido.