7 Si hay junto a ti algún pobre de entre tus hermanos, en alguna de las
ciudades de tu tierra que Yahveh tu Dios te da, no endurecerás tu corazón ni
cerrarás tu mano a tu hermano pobre,
8 sino que le abrirás tu mano y le prestarás lo que necesite para
remediar su indigencia.
9 Cuida de no abrigar en tu corazón estos perversos pensamientos:
«Ya pronto llega el año séptimo, el año de la remisión», para mirar
con
malos ojos a tu hermano pobre y no darle nada; él apelaría a Yahveh contra
ti y te cargarías con un pecado.
10 Cuando le des algo, se lo has de dar de buena gana, que por esta
acción te bendecirá Yahveh, tu Dios en todas tus obras y en todas
tus
empresas.
11 Pues no faltarán pobres en esta tierra; por eso te doy yo este
mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es
indigente y pobre en tu tierra.
12 Si tu hermano hebreo, hombre o mujer, se vende a ti, te servirá
durante seis años y al séptimo le dejarás libre.
13 Al dejarle libre, no le mandarás con las manos vacías;
14 le harás algún presente de tu ganado menor, de tu era y de tu lagar;
le darás según como te haya bendecido Yahveh tu Dios.
15 Recordarás que tu fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahveh
tu Dios te rescató: por eso te mando esto hoy.
16 Pero si él te dice: «No quiero marcharme de tu lado», porque te
ama, a ti y a tu casa, porque le va bien contigo,
17 tomarás un punzón, le horadarás la oreja contra la puerta, y será tu
siervo para siempre. Lo mismo harás con tu sierva.