8 Y ¿cuál es la gran nación cuyos preceptos y normas sean tan justos
como toda esta Ley que yo os expongo hoy?
9 Pero ten cuidado y guárdate bien, no vayas o olvidarte de estas cosas
que tus ojos han visto, ni dejes que se aparten de tu corazón en todos los
días de tu vida; enséñaselas, por el contrario, a tus hijos y a los hijos de tus
hijos.
10 El día que estabas en el Horeb en presencia de Yahveh tu Dios,
cuando Yahveh me dijo: «Reúneme al pueblo para que yo les haga oír mis
palabras a fin de que aprendan a tenerme mientras vivan en el suelo y se las
enseñen a sus hijos»,
11 vosotros os acercasteis y permanecisteis al pie de la montaña,
mientras la montaña ardía en llamas hasta el mismo cielo, entre tinieblas de
nube y densa niebla.
12 Yahveh os habló de en medio del fuego; vosotros oíais rumor de
palabras, pero no percibíais figura alguna, sino sólo una voz.
13 El os reveló su alianza, que os mandó poner en práctica, las diez
Palabras que escribió en dos tablas de piedra.
14 Y a mí me mandó entonces Yahveh que os enseñase los preceptos
y normas que vosotros deberíais poner en práctica en la tierra en la que vais
a entrar para tomarla en posesión.
15 Tened mucho cuidado de vosotros mismos: puesto que no visteis
figura alguna el día en que Yahveh os habló en el Horeb de en medio del
fuego,
16 no vayáis a pervertiros y os hagáis alguna escultura de cualquier
representación que sea: figura masculina o femenina,
17 figura de alguna de las bestias de la tierra, figura de alguna de las
aves que vuelan por el cielo,
18 figura de alguno de los reptiles que serpean por el suelo, figura de
alguno de los peces que hay en las aguas debajo de la tierra.
19 Cuando levantes tus ojos al cielo, cuando veas el sol, la luna, las
estrellas y todo el ejército de los cielos, no vayas a dejarte
seducir y te
postres ante ellos para darles culto. Eso se lo ha repartido Yahveh tu Dios a
todos los pueblos que hay debajo del cielo,