12 me dijo Yahveh: «Levántate, baja de aquí a toda prisa, porque tu
pueblo, el que tú sacaste de Egipto, se ha pervertido. Bien pronto
se han
apartado del camino que yo les había prescrito: se han hecho un ídolo de
fundición.»
13 Continuó Yahveh y me dijo: «He visto a este pueblo: es un pueblo
de dura cerviz.
14 Déjame que los destruya y borre su nombre de debajo del cielo; y
que haga de ti una nación más fuerte y numerosa que ésta.»
15 Yo me volví y bajé del monte, que ardía en llamas, llevando en mis
manos las dos tablas de la alianza.
16 Y vi que vosotros habíais pecado contra Yahveh vuestro Dios. Os
habíais hecho un becerro de fundición: bien pronto os habíais apartado del
camino que Yahveh os tenía prescrito.
17 Tomé entonces las dos tablas, las arrojé de mis manos y las hice
pedazos a vuestros propios ojos.
18 Luego me postré ante Yahveh; como la otra vez, estuve cuarenta
días y cuarenta noches sin comer pan ni beber agua, por todo el pecado que
habíais cometido haciendo el mal a los ojos de Yahveh hasta irritarle.
19 Porque tenía mucho miedo de la ira y del furor que irritaba a
Yahveh contra vosotros hasta querer destruiros. Y una vez más me escuchó
Yahveh.
20 También contra Aarón estaba Yahveh violentamente irritado hasta
querer destruirle. Yo intercedí también entonces en favor de Aarón.
21 Y vuestro pecado, el becerro que os habíais hecho, lo tomé y lo
quemé; lo hice pedazos, lo pasé a la muela hasta que quedó
reducido a
polvo, y tiré el polvo al torrente que baja de la montaña.
22 Y en Taberá, y en Massá, y en Quibrot Hattaavá, irritasteis a
Yahveh.