6 Me construí albercas con aguas para regar la frondosa plantación.
7 Tuve siervos y esclavas: poseí servidumbre, así como ganados,
vacas y ovejas, en mayor cantidad que ninguno de mis predecesores en
Jerusalén.
8 Atesoré también plata y oro, tributos de reyes y de provincias. Me
procuré cantores y cantoras, toda clase de lujos humanos, coperos y
reposteros.
9 Seguí engrandeciéndome más que cualquiera de mis predecesores en
Jerusalén, y mi sabiduría se mantenía.
10 De cuanto me pedían mis ojos, nada les negué ni rehusé a mi
corazón ninguna alegría; toda vez que mi corazón se solazaba de todas mis
fatigas, y esto me compensaba de todas mis fatigas.
11 Consideré entonces todas las obras de mis manos y el fatigoso afán
de mi hacer y vi que todo es vanidad y atrapar vientos, y que
ningún
provecho se saca bajo el sol.
12 Yo me volví a considerar la sabiduría, la locura y la necedad. ¿Qué
hará el hombre que suceda al rey, sino lo que ya otros hicieron?
13 Yo vi que la sabiduría aventaja a la necedad, como la luz a las
tinieblas.
14 El sabio tiene sus ojos abiertos, mas el necio en las tinieblas
camina. Pero también yo sé que la misma suerte alcanza a ambos.
15 Entonces me dice: Como la suerte del necio será la mía, ¿para qué
vales, pues, mi sabiduría? Y pensé que hasta eso mismo es vanidad.
16 No hay recuerdo duradero ni del sabio ni del necio; al correr de los
días, todos son olvidados. Pues el sabio muere igual que el necio.
17 He detestado la vida, porque me repugna cuanto se hace bajo el sol,
pues todo es vanidad y atrapar vientos.
18 Detesté todos mis fatigosos afanes bajo el sol, que yo dejo a mi
sucesor.
19 ¿Quién sabe si será sabio o necio? El se hará dueño de todo mi
trabajo, lo que realicé con fatiga y sabiduría bajo el sol. También esto es
vanidad.
20 Entregué mi corazón al desaliento, por todos mis fatigosos afanes
bajo el sol,