7 El halago atonta al sabio, y el regalo pervierte el corazón.
8 Más vale el término de una cosa que su comienzo, más vale el
paciente que el soberbio.
9 No te dejes llevar del enojo, pues el enojo reside en el pecho de los
necios.
10 No digas: ¿Cómo es que el tiempo pasado fue mejor que el
presente? Pues no es de sabios preguntar sobre ello.
11 Tan buena es la sabiduría como la hacienda, y aprovecha a los que
ven el sol.
12 Porque la sabiduría protege como el dinero, pero el saber le
aventaja en que hace vivir al que lo posee.
13 Mira la obra de Dios: ¿quién podrá enderezar lo que él torció?
14 Alégrate en el día feliz y, en el día desgraciado, considera que,
tanto uno como otro, Dios lo hace para que el hombre nada descubra de su
porvenir.
15 En mi vano vivir, de todo he visto: justos perecer en su justicia, e
impíos envejecer en su iniquidad.
16 No quieras ser justo en demasía, ni te vuelvas demasiado sabio. ¿A
qué destruirte?
17 No quieras ser demasiado impío, ni te hagas el insensato. ¿A qué
morir antes de tu tiempo?
18 Bueno es que mantengas esto sin dejar aquellos de la mano, porque
el temeroso de Dios con todo ello se sale.
19 La sabiduría da más fuerza al sabio que diez poderosos que haya en
la ciudad.
20 Cierto es que no hay ningún justo en la tierra que haga el bien sin
nunca pecar.
21 Tampoco hagas caso de todo lo que se dice, para que no oigas que
tu siervo te denigra.
22 Que tu corazón bien sabe cuántas veces también tú has denigrado a
otros.
23 Todo esto lo intenté con la sabiduría. Dije: Seré sabio. Pero eso
estaba lejos de mí.
24 Lejos está cualquier cosa, y profundo, lo profundo: ¿quién lo
encontrará?