2 Según el juez del pueblo, así serán sus ministros, como el jefe de la
ciudad, todos sus habitantes.
3 El rey sin instrucción arruinará a su pueblo, la ciudad se edifica
sobre la prudencia de los dirigentes.
4 En manos del Señor está el gobierno de la tierra, a su tiempo suscita
para ella al que conviene.
5 En manos del Señor el recto camino del hombre, él pone su gloria
en el escriba.
6 Sea cual fuere su agravio, no guardes rencor al prójimo, y no hagas
nada en un arrebato de violencia.
7 Odioso es al Señor y a los hombres el orgullo, para ambos es un
yerro la injusticia.
8 La soberanía pasa de una nación a otra, por las injusticias, las
violencias y el dinero.
9 ¿Por qué se enorgullece el que es tierra y ceniza? ¡si ya en vida es
su vientre podredumbre!
10 La larga enfermedad deja perplejo al médico, y el que hoy es rey
fenecerá mañana.
11 Y cuando un hombre muere, recibe como herencia reptiles, fieras
y gusanos.
12 El comienzo del orgullo del hombre es alejarse del Señor, cuando
de su Hacedor se apartó su corazón.
13 Que el comienzo del orgullo es el pecado, el que se agarra a él
vierte abominación. Por eso les dio el Señor asombrosos castigos, y
les
abatió hasta aniquilarlos.
14 Los tronos de los príncipes los volteó el Señor, y en su lugar sentó
a los mansos.
15 Las raíces de los orgullosos las arrancó el Señor, y en su lugar
plantó a los humildes.