6 Que también el Altísimo odia a los pecadores, y de los impíos
tomará venganza.
7 Da al hombre de bien, y del pecador no te cuides.
8 No se demuestra en la prosperidad el amigo, ni queda oculto en la
adversidad el enemigo.
9 Cuando hay prosperidad, los enemigos se entristecen, mas en la
adversidad, hasta el amigo se aleja.
10 No confíes jamás en tu enemigo, que cual bronce roñoso, así es su
maldad.
11 Aunque se haga el humilde y camine encorvado, mira por ti
mismo y guárdate de él. Pórtate con él como el que pule un espejo, sábete
que no retendrá hasta el fin su roña.
12 No le pongas junto a ti, no sea que se te revuelva y suplante
tu
puesto. No le sientes a tu diestra, no sea que tu asiento pretenda, y que al fin
comprendas mis palabras, y te pese al recordar mis consejos.
13 ¿Quién se compadecerá del encantador mordido de serpiente y de
todos los que se acercan a las fieras?
14 Lo mismo le ocurre al que convive con el pecador y comparte sus
pecados.
15 Una hora aguantará contigo, mas si te desmandas, no lo soportará.
16 En sus labios pone dulzura el enemigo, mas en su corazón trama
arrojarte a la fosa. En sus ojos lagrimea el enemigo, mas si topa ocasión, no
se verá harto de tu sangre.
17 Si los males te visitan, primero que tú le encontrarás allí, fingiendo
ayurdarte te agarrará el talón.
18 Meneará su cabeza, batirá palmas, cuchicheará mucho y mudará
de cara.