17 El alma ardiente como fuego encendido, no se apagará hasta
consumirse; el hombre impúdico en su cuerpo carnal: no cejará hasta que el
fuego le abrase; para el hombre impúdico todo pan es dulce, no descansará
hasta haber muerto.
18 El hombre que su propio lecho viola y que dice para sí: «¿Quién
me ve?; la oscuridad me envuelve, las paredes me encubren, nadie me ve,
¿qué he de temer?; el Altísimo no se acordará de mis pecados»,
19 lo que teme son los ojos de los hombres; no sabe que los ojos del
Señor son diez mil veces más brillantes que el sol, que observan todos los
caminos de los hombres y penetran los rincones más ocultos.
20 Antes de ser creadas, todas las cosas le eran conocidas, y todavía
lo son después de acabadas.
21 En las plazas de la ciudad será éste castigado, será apresado donde
menos lo esperaba.
22 Así también la mujer que ha sido infiel a su marido y le ha dado de
otro un heredero.
23 Primero, ha desobedecido a la ley del Altísimo, segundo, ha
faltado a su marido, tercero, ha cometido adulterio y de otro hombre le ha
dado hijos.
24 Esta será llevada a la asamblea, y sobre sus hijos se hará
investigación.
25 Sus hijos no echarán raíces, sus ramas no darán frutos.
26 Dejará un recuerdo que será maldito, y su oprobio no se borrará.
27 Y reconocerán los que queden que nada vale más que el temor del
Señor, nada más dulce que atender a los mandatos del Señor.