8 Del consejero guarda tu alma, conoce primero qué necesita - porque
en su propio interés dará consejo -, no sea que eche sobre ti la suerte,
9 y te diga: «Bueno es tu camino», quedándose enfrente para ver qué
te sucede.
10 No te aconsejes del que te mira con desprecio, y de los que te
envidian oculta tu consejo;
11 ni te aconsejes con mujer sobre su rival, con cobarde acerca la
guerra, con negociante respecto del comercio, con comprador sobre la
venta, con envidioso sobre la gratitud, con despiadado sobre la generosidad,
con perezoso sobre cualquier trabajo, con temporero sobre el término
de
una obra, con siervo ocioso sobre un trabajo grande: no cuentes con éstos
para ningún consejo.
12 Sino recurre siempre a un hombre piadoso, de quien sabes bien
que guarda los mandamientos, cuya alma es según tu alma, y que, si caes,
sufrirá contigo.
13 Y mantén firme el consejo de tu corazón, que nadie es para ti más
fiel que él.
14 Pues el alma del hombre puede a veces advertir más que siete
vigías sentados en lo alto para vigilar.
15 Y por encima de todo esto suplica al Altísimo, para que enderece
tu camino en la verdad.
16 Principio de toda obra es la palabra, y antes de toda acción está el
consejo.
17 Raíz de los pensamientos es el corazón, de él salen cuatro ramas:
18 bien y mal, vida y muerte, mas la que siempre los domina es la
lengua.
19 Hay hombre diestro que adoctrina a muchos, y para sí mismo es
un inútil.
20 Hay quien se hace el sabio en palabras y es aborrecido, y que
acabará sin tener qué comer.
21 Pues no se le dio la gracia que viene del Señor, porque estaba
vacío de toda sabiduría.
22 Hay quien para sí mismo es sabio, y los frutos de su inteligencia
son, según él, dignos de fe.
23 El varón sabio enseña a su pueblo, y los frutos de su inteligencia
son dignos de fe.