21 No lo olvides: no hay retorno, a él no le aprovechará, y te harás
daño a ti mismo.
22 «Recuerda mi sentencia, que será también la tuya: a mí ayer, a ti te
toca hoy.»
23 Cuando un muerto reposa, deja en paz su memoria, consuélate de
él, porque su espíritu ha partido.
24 La sabiduría del escriba se adquiere en los ratos de sosiego, el que
se libera de negocios se hará sabio.
25 ¿Cómo va a hacerse sabio el que empuña el arado, y se gloría de
tener por lanza el aguijón, el que conduce bueyes, los arrea en sus trabajos y
no sabe hablar más que de novillos?
26 Aplica su corazón a abrir surcos, y sus vigilias a cebar terneras.
27 De igual modo todo obrero o artesano, que trabaja día y noche; los
que graban las efigies de los sellos, y su afán se centra en variar los
detalles;
ponen todo su corazón en igualar el modelo y gastan sus vigilias en rematar
la obra.
28 También el herrero sentado junto al yunque, atento a los trabajos
del hierro; el vaho del fuego sus carnes derrite, en el calor de la fragua se
debate, el ruido del martillo le ensordece, y en el modelo del objeto tiene
fijos sus ojos; pone su corazón en concluir sus obras, y sus
vigilias en
adornarlas al detalle.
29 De igual modo el alfarero sentado a su tarea y dando a la rueda
con sus pies, preocupado sin cesar por su trabajo, toda su actividad
concentrada en el número;
30 con su brazo moldea la arcilla, con sus pies vence su resistencia;
pone su corazón en acabar el barnizado, y gasta sus vigilias en limpiar el
horno.
31 Todos éstos ponen su confianza en sus manos, y cada uno se
muestra sabio en su tarea.
32 Sin ellos no se construiría ciudad alguna, ni se podría habitar
ni
circular por ella.