8 No te avergüences de enseñar al tonto y al necio, y al viejo acabado
juzgado como joven. Serás entonces de verdad educado, y estimado de todo
viviente.
9 Una hija es para el padre un secreto desvelo, aleja el sueño la
inquietud por ella. En su juventud, miedo a que se le pase la edad, si está
casada, a que sea aborrecida.
10 Cuando virgen, no sea mancillada y en la casa paterna quede
encinta. Cuando casada, a que sea infiel, cohabitando, a que sea estéril.
11 Sobre la hija desenvuelta refuerza la vigilancia, no sea que te haga
la irrisión de tus enemigos, comidilla en la ciudad, corrillos en el pueblo, y
ante el vulgo espeso te avergüence.
12 De ningún hombre te quedes mirando la belleza, y entre mujeres
no te sientes.
13 Porque de los vestidos sale la polilla, y de la mujer la malicia
femenina.
14 Vale más maldad de hombre que bondad de mujer, la mujer cubre
de vergüenza y oprobio.
15 Voy a evocar las obras del Señor, lo que tengo visto contaré. Por
las palabras del Señor fueron hechas sus obras, y la creación está sometida a
su voluntad.
16 El sol mira a todo iluminándolo, de la gloria del Señor está llena
su obra.
17 No son capaces los Santos del Señor de contar todas sus
maravillas, que firmemente estableció el Señor omnipotente, para que en su
gloria el universo subsistiera.
18 El sondea el abismo y el corazón humano, y sus secretos cálculos
penetra. Pues el Altísimo todo saber conoce, y fija sus ojos en las señales de
los tiempos.