Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Efesios 5, 5-29

5 Porque tened entendido que ningún fornicario o impuro o codicioso

- que es ser idólatra - participará en la herencia del Reino de Cristo y de
Dios.


6 Que nadie os engañe con vanas razones, pues por eso viene le cólera
de Dios sobre los rebeldes.

7 No tengáis parte con ellos.

8 Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el
Señor. Vivid como hijos de la luz;

9 pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad.
10 Examinad qué es lo que agrada al Señor,

11 y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, antes
bien, denunciadlas.

12 Cierto que ya sólo el mencionar las cosas que hacen ocultamente
da vergüenza;

13 pero, al ser denunciadas, se manifiestan a la luz.

14 Pues todo lo que queda manifiesto es luz. Por eso se dice:
Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará
Cristo.

15 Así pues, mirad atentamente cómo vivís; que no sea como
imprudentes, sino como prudentes;

16 aprovechando bien el tiempo presente, porque los días son malos.
17 Por tanto, no seáis insensatos, sino comprended cuál es la voluntad

de Señor.

18 = No os embriaguéis con vino, = que es causa de libertinaje;
llenaos más bien del Espíritu.

19 Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados;
cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor,

20 dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre
de nuestro Señor Jesucristo.

21 Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo.
22 Las mujeres a sus maridos, como al Señor,

23 porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de
la Iglesia, el salvador del Cuerpo.

24 Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres
deben estarlo a sus maridos en todo.

25 Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y
se entregó a sí mismo por ella,

26 para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud
de la palabra,

27 y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha
ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada.

28 Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios
cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo.

29 Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la
alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia,