2 Y dijo al hombre vestido de lino: «Métete entre las ruedas, debajo de
los querubines, toma a manos llenas brasas ardientes de entre
los
querubines y espárcelas por la ciudad.» Y él entró, ante mis ojos.
3 Los querubines estaban parados a la derecha de la Casa cuando el
hombre entró, y la nube llenaba el atrio interior.
4 La gloria de Yahveh se elevó de encima de los querubines hacia el
umbral de la Casa y la Casa se llenó de la nube, mientras el
atrio estaba
lleno del resplandor de la gloria de Yahveh.
5 Y el ruido de las alas de los querubines llegaba hasta el atrio
exterior, semejante a la voz del Dios Sadday cuando habla.
6 Cuando dio esta orden al hombre vestido de lino: «Toma fuego de
en medio de las ruedas, de entre los querubines», el hombre fue y se detuvo
junto a la rueda;
7 el querubín alargó su mano de entre los querubines hacia el fuego
que había en medio de los querubines, lo tomó y lo puso en las manos del
hombre vestido de lino. Este lo tomó y salió.
8 Entonces apareció en los querubines una especie de mano humana
debajo de sus alas.
9 Miré: había cuatro ruedas al lado de los querubines, cada rueda junto
a cada querubín, y el aspecto de las ruedas era como el destello del crisólito.
10 Las cuatro parecían tener la misma forma, como si una rueda
estuviese dentro de la otra.
11 En su marcha, avanzaban en las cuatro direcciones; no se volvían
en su marcha; seguían, en efecto, la dirección del lado adonde miraba la
cabeza, y no se volvían en su marcha.
12 Y todo su cuerpo, su espalda, sus manos y sus alas, así como las
ruedas, estaban llenos de destellos todo alrededor; sus ruedas, las
de los
cuatro.
13 Oí que a las ruedas se les daba el nombre de «galgal».
14 Y cada uno tenía cuatro caras: la primera era la cara del querubín,
la segunda una cara de hombre, la tercera una cara de león y la cuarta una
cara de águila.
15 Los querubines se levantaron: era el ser que yo había visto sobre el
río Kebar.
16 Cuando los querubines avanzaban, avanzaban las ruedas a su lado;
cuando los querubines desplegaban sus alas para elevarse del suelo,
las
ruedas no se volvían tampoco de su lado.