2 Hijo de hombre, haz saber a Jerusalén sus abominaciones.
3 Dirás: Así dice el Señor Yahveh a Jerusalén: Por tu origen y tu
nacimiento eres del país de Canaán. Tu padre era amorreo y tu madre hitita.
4 Cuando naciste, el día en que viniste al mundo, no se te cortó
el
cordón, no se te lavó con agua para limpiarte, no se te frotó con sal, ni se te
envolvió en pañales.
5 Ningún ojo se apiadó de ti para brindarte alguno de
estos
menesteres, por compasión a ti. Quedaste expuesta en pleno campo, porque
dabas repugnancia, el día en que viniste al mundo.
6 Yo pasé junto a ti y te vi agitándote en tu sangre. Y te dije, cuando
estabas en tu sangre: «Vive»,
7 y te hice crecer como la hierba de los campos. Tú creciste, te
desarrollaste, y llegaste a la edad núbil. Se formaron tus senos, tu cabellera
creció; pero estabas completamente desnuda.
8 Entonces pasé yo junto a ti y te vi. Era tu tiempo, el tiempo de los
amores. Extendí sobre ti el borde de mi manto y cubrí tu desnudez;
me
comprometí con juramento, hice alianza contigo - oráculo del señor Yahveh
- y tú fuiste mía.
9 Te bañé con agua, lavé la sangre que te cubría, te ungí con óleo.
10 Te puse vestidos recamados, zapatos de cuero fino, una banda de
lino fino y un manto de seda.
11 Te adorné con joyas, puse brazaletes en tus muñecas y un collar a
tu cuello.
12 Puse un anillo en tu nariz, pendientes en tus orejas, y una
espléndida diadema en tu cabeza.
13 Brillabas así de oro y plata, vestida de lino fino, de seda y
recamados. Flor de harina, miel y aceite era tu alimento. Te hiciste cada día
más hermosa, y llegaste al esplendor de una reina.
14 Tu nombre se difundió entre las naciones, debido a tu belleza, que
era perfecta, gracias al esplendor de que yo te había revestido - oráculo del
Señor Yahveh.
15 Pero tú te pagaste de tu belleza, te aprovechaste de tu fama para
prostituirte, prodigaste tu lascivia a todo transeúnte entregándote a él.
16 Tomaste tus vestidos para hacerte altos de ricos colores y te
prostituiste en ellos.
17 Tomaste tus joyas de oro y plata que yo te había dado y te hiciste
imágenes de hombres para prostituirte ante ellas.
18 Tomaste tus vestidos recamados y las recubriste con ellos; y
pusiste ante ellas mi aceite y mi incienso.
19 El pan que yo te había dado, la flor de harina, el aceite y la miel
con que yo te alimentaba, lo presentaste ante ellas como calmante aroma. Y
sucedió incluso - oráculo del Señor Yahveh -
20 que tomaste a tus hijos y a tus hijas que me habías dado a luz y se
los sacrificaste como alimento. ¿Acaso no era suficiente tu prostitución,
21 que inmolaste también a mis hijos y los entregaste haciéndoles
pasar por el fuego en su honor?
22 Y en medio de todas tus abominaciones y tus prostituciones no te
acordaste de los días de tu juventud, cuando estabas completamente
desnuda, agitándote en tu sangre.
23 Y para colmo de maldad - ¡ay, ay de ti!, oráculo del Señor Yahveh
-
24 te construiste un prostíbulo, te hiciste una altura en todas las plazas.
25 En la cabecera de todo camino te construiste tu altura y allí
contaminaste tu hermosura, entregaste tu cuerpo a todo
transeúnte y
multiplicaste tus prostituciones.
26 Te prostituiste a los egipcios, tus vecinos, de cuerpos fornidos,
y
multiplicaste tus prostituciones para irritarme.
27 Entonces yo levanté mi mano contra ti. Disminuí tu ración y te
entregué a la animosidad de tus enemigas, las hijas de los filisteos, que se
avergonzaban de la infamia de tu conducta.
28 Y no harta todavía, te prostituiste a los asirios; te
prostituiste sin
hartarte tampoco.
29 Luego, multiplicaste tus prostituciones en el país de los
mercaderes, en Caldea, y tampoco esta vez quedaste harta.
30 ¡Oh, qué débil era tu corazón - oráculo del Señor Yahveh - para
cometer todas estas acciones, dignas de una prostituta descarada!
31 Cuando te construías un prostíbulo a la cabecera de todo camino,
cuando te hacías una altura en todas las plazas, despreciando el salario, no
eras como la prostituta.