23 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
24 Y tú, hijo de hombre, marca dos caminos por donde venga la
espada del rey de Babilonia, que salgan los dos del mismo país, y
marca
una señalización, márcala en la cabecera del camino de la ciudad;
25 trazarás el camino para que venga la espada hacia Rabbá de los
ammonitas y hacia Judá, a la fortaleza de Jerusalén.
26 Porque el rey de Babilonia se ha detenido en el cruce, en la
cabecera de los dos caminos, para consultar a la suerte. Ha sacudido
las
flechas, ha interrogado a los terafim, ha observado el hígado.
27 En su mano derecha está la suerte de Jerusalén: para situar arietes,
dar la orden de matanza, lanzar el grito de guerra, situar arietes contra las
puertas, levantar un terraplén, hacer trincheras.
28 Para ellos y a sus ojos, no es más que un vano presagio: se
les
había dado un juramento. Pero él recuerda las culpas por las que
caerán
presos.
29 Por eso, así dice el Señor Yahveh: Por haber hecho recordar
vuestras culpas, descubriendo vuestros crímenes, haciendo aparecer
vuestros pecados en todas vuestras acciones, y porque así se
os ha
recordado, caeréis presos en su mano.
30 En cuanto a ti, vil criminal, príncipe de Israel, cuya hora ha llegado
con la última culpa,
31 así dice el Señor Yahveh: La tiara se quitará, se depondrá la
corona, todo será transformado; lo humilde será elevado, lo elevado
será
humillado.
32 Ruina, ruina, ruina, eso es lo que haré con él, como jamás la hubo,
hasta que llegue aquel a quien corresponde el juicio y a quien yo
se lo
entregaré.