11 Y setenta hombres, de los ancianos de la casa de Israel - uno de
ellos era Yazanías, hijo de Safán -, estaban de pie delante de ellos cada uno
con su incensario en la mano. Y el perfume de la nube de incienso subía.
12 Me dijo entonces: «¿Has visto, hijo de hombre, lo que hacen en la
oscuridad los ancianos de la casa de Israel, cada uno en su
estancia
adornada de pinturas? Están diciendo: “Yahveh no nos ve, Yahveh ha
abandonado esta tierra.”»
13 Y me dijo: «Todavía les verás cometer otras
grandes
abominaciones.»
14 Me llevó a la entrada del pórtico de la Casa de Yahveh que mira al
norte, y vi que allí estaban sentadas las mujeres, plañiendo a Tammuz.
15 Me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre? Todavía
verás
abominaciones mayores que éstas.»
16 Me condujo luego al atrio interior de la Casa de Yahveh. Y he aquí
que a la entrada del santuario de Yahveh, entre el vestíbulo y el altar, había
unos veinticinco hombres que, vuelta la espalda al santuario de Yahveh y la
cara a oriente, se postraban en dirección a oriente hacia el sol.
17 Y me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre? ¿Aún no le bastan a la
casa de Judá las abominaciones que cometen aquí, para que llenen también
la tierra de violencia y vuelvan a irritarme? Mira cómo se llevan el ramo a
la nariz.