18 Pues si la herencia dependiera de la ley, ya no procedería de la
promesa, y sin embargo, Dios otorgó a Abraham su favor en forma de
promesa.
19 Entonces, ¿para qué la ley? Fue añadida en razón de las
transgresiones hasta que llegase la descendencia, a quien iba destinada la
promesa, ley que fue promulgada por los ángeles y con la intervención de
un mediador.
20 Ahora bien, cuando hay uno solo no hay mediador, y Dios es uno
solo.
21 Según eso, ¿la ley se opone a las promesas de Dios? ¡De ningún
modo! Si de hecho se nos hubiera otorgado una ley capaz de vivificar, en
ese caso la justicia vendría realmente de la ley.
22 Pero, de hecho, la Escritura encerró todo bajo el pecado, a fin de
que la Promesa fuera otorgada a los creyentes mediante la fe en Jesucristo.
23 Y así, antes de que llegara la fe, estábamos encerrados bajo la
vigilancia de la ley, en espera de la fe que debía manifestarse.
24 De manera que la ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para
ser justificados por la fe.