6 La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!
7 De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también
heredero por voluntad de Dios.
8 Pero en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servíais a los que
en realidad no son dioses.
9 Mas, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor, que él os ha
conocido, ¿cómo retornáis a esos elementos sin fuerza ni valor, a los cuales
queréis volver a servir de nuevo?
10 Andáis observando los días, los meses, las estaciones, los años.
11 Me hacéis temer no haya sido en vano todo mi afán por vosotros.
12 Os ruego que os hagáis como yo, pues yo me hice como vosotros.
Ningún agravio me hicisteis.
13 Pero bien sabéis que una enfermedad me dio ocasión para
evangelizaros por primera vez;
14 y, no obstante la prueba que suponía para vosotros mi cuerpo, no
me mostrasteis desprecio ni repulsa, sino que me recibisteis como a
un
ángel de Dios: como a Cristo Jesús.
15 ¿Dónde están ahora los parabienes que os dabais? Pues yo mismo
puedo atestiguaros que os hubierais arrancado los ojos, de haber sido
posible, para dármelos.
16 ¿Es que me he vuelto enemigo vuestro diciéndoos la verdad?
17 El celo que ésos muestran por vosotros no es bueno; quieren
alejaros de mí para que mostréis celo por ellos.
18 Bien está procurarse el celo de otros para el bien, siempre, y
no
sólo cuando yo estoy entre vosotros,
19 ¡hijos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver
a Cristo formado en vosotros.
20 Quisiera hallarme ahora en medio de vosotros para poder acomodar
el tono de mi voz, pues no sé cómo habérmelas con vosotros.
21 Decidme vosotros, los que queréis estar sometidos a la ley: ¿No oís
la ley?.
22 Pues dice la Escritura que Abraham tuvo dos hijos: uno de la
esclava y otro de la libre.