26 Y dijo Labán a Jacob: «¿Qué has hecho? Has actuado a hurtadillas
de mí y te has llevado a mis hijas cual cautivas de guerra.
27 ¿Por qué te has fugado con disimulo y a hurtadillas de mí, en vez
de advertírmelo? Yo te habría despedido con alegría y con cantares,
con
adufes y arpas.
28 Ni siquiera me has permitido besar a mis hijos e hijas. O sea, que
has obrado como un necio.
29 Hay poder en mi mano para hacerte mal: pero el Dios de tu padre
me dijo ayer noche: “Guárdate de hablar a Jacob absolutamente nada,
ni
bueno ni malo.”
30 Así pues, tú te has marchado porque añorabas la casa paterna, pero
¿por qué robaste mis dioses?»
31 Respondió Jacob a Labán: «Es que tuve miedo, pensando que
acaso ibas a quitarme a tus hijas.
32 Pero eso sí, que aquel a quien le encuentres tus dioses no quede con
vida. Delante de nuestros hermanos reconoce lo tuyo que yo tenga y
tómatelo.» En efecto, Jacob ignoraba que Raquel los había robado.
33 Entró Labán en la tienda de Jacob, en la de Lía y en la de las dos
criadas, y no halló nada. Salió de la tienda de Lía, y entró en la de Raquel.
34 Pero Raquel había tomada los ídolos familiares y, poniéndolos en
la albarda del camello, se había sentado encima. Labán registró toda
la
tienda sin hallar nada.
35 Ella dijo a su padre: «No le dé enojo a mi señor de que no pueda
levantarme en tu presencia, porque estoy con las reglas.» El siguió
rebuscando por toda la tienda sin dar con los ídolos.
36 Entonces Jacob, montando en cólera recriminó a Labán, y
encarándose con él le dijo: «¿Cual es mi delito? ¿Cuál mi pecado, que me
persigues con saña?
37 Al registrar todos mis enseres, ¿qué has hallado de todos los
enseres de tu casa? Ponlo aquí, ante mis hermanos y los tuyos, y juzguen
ellos entre nosotros dos.
38 En veinte años que llevo contigo, tus ovejas y tus cabras nunca han
malparido, y los machos de tu rebaño nunca me los he comido.
39 Ganado destrozado por fieras nunca te llevé: yo pagaba el daño, de
lo mío te cobrabas tanto si era yo robado de día como si lo era de noche.
40 Estaba yo que de día me devoraba el resistero, y de noche la
helada, mientras huía el sueño de mis ojos.
41 Estos fueron mis veinte años en tu casa. Catorce años te serví por
tus dos hijas, y seis por tus ovejas, y tú has cambiado mi paga diez veces.
42 Si el Dios de mi Padre, el Dios de Abraham y el Padrino de Isaac
no hubiese estado por mí, a fe que ahora me despacharas de vacío. Mi cuita
y la fatiga de mis manos las ha visto Dios y ha dado su fallo ayer noche.»