20 Judá, por su parte, envió el cabrito por mediación de su compañero
el adulamita, para rescatar la prenda de manos de la mujer, pero éste no la
encontró.
21 Preguntó a los del lugar: «¿Dónde está la ramera aquella que había
en Enáyim, a la vera del camino?» - «Ahí no ha habido ninguna ramera» -
dijeron.
22 Entonces él se volvió donde Judá y dijo: «No la he encontrado; y
los mismos lugareños me han dicho que allí no ha habido ninguna ramera.»
23 «Pues que se quede con ello - dijo Judá -; que nadie se burle de
nosotros. Ya ves cómo he enviado ese cabrito, y tú no la has encontrado.»
24 Ahora bien, como a los tres meses aproximadamente, Judá recibió
este aviso: «Tu nuera Tamar ha fornicado, y lo que es más, ha
quedado
encinta a consecuencia de ello.» Dijo Judá: «Sacadla y que sea quemada.»
25 Pero cuando ya la sacaban, envió ella un recado a su suegro: «Del
hombre a quien esto pertenece estoy encinta», y añadía: «Examina, por
favor, de quién es este sello, este cordón y este bastón.»
26 Judá lo reconoció y dijo: «Ella tiene más razón que yo, porque la
verdad es que no la he dado por mujer a mi hijo Selá.» Y nunca más volvió
a tener trato con ella.
27 Al tiempo del parto resultó que tenía dos mellizos en el vientre.
28 Y ocurrió que, durante el parto, uno de ellos sacó la mano, y
la
partera le agarró y le ató una cinta escarlata a la mano, diciendo: «Este ha
salido primero.»
29 Pero entonces retiró él la mano, y fue su hermano el que salió. Ella
dijo: «¡Cómo te has abierto brecha!» Y le llamó Peres.
30 Detrás salió su hermano, que llevaba en la mano la cinta escarlata,
y le llamó Zéraj.