3 ¿Por qué me haces ver la iniquidad, y tú miras la opresión? ¡Ante mí
rapiña y violencia, querella hay y discordia se suscita!
4 Por eso la ley se desvirtúa, y no aparece el juicio. ¡Sí, el
impío
asedia al justo, por eso aparece el juicio pervertido!
5 Mirad a las gentes, contemplad, quedad estupefactos, atónitos: voy a
hacer yo una obra en vuestros días que no creeríais si se os contara.
6 Pues he aquí que yo suscito a los caldeos, pueblo acerbo y fogoso,
que recorre las anchuras de la tierra, para apoderarse de moradas ajenas.
7 Espantoso es y terrible; de él solo salen su juicio y su grandeza;
8 más raudos son que leopardos sus caballos, más agudos que lobos de
la tarde; sus jinetes galopan, vienen de lejos sus jinetes, vuelan como águila
que se precipita a devorar.
9 Llegan todos para hacer violencia, el ardor de sus rostros, como un
viento del este, amontona cautivos como arena.
10 Y él se burla de los reyes, los soberanos le sirven de irrisión; se ríe
de toda fortaleza, levanta un terraplén y la toma.
11 Luego se cambia el viento y pasa, y él aparece culpable por hacer
de su fuerza su dios.
12 ¿No eres tú desde antiguo, Yahveh, mi Dios, mi santo? ¡Tú no
mueres! ¡Para juicio le pusiste tú, Yahveh, oh Roca, para castigar le
estableciste!
13 Muy limpio eres de ojos para mirar el mal, ver la opresión no
puedes. ¿Por qué ves a los traidores y callas cuando el impío traga al que es
más justo que él?
14 Tú tratas a los hombres como a peces del mar, como a reptiles que
no tienen amo.
15 A todos los saca él con anzuelo, los atrae en su red, en su traína los
recoge. Por eso se alegra y regocija,