19 Pues Moisés, después de haber leído a todo el pueblo todos los
preceptos según la Ley, tomó la sangre de los novillos y machos
cabríos
con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el libro mismo y a todo el pueblo
20 diciendo: = Esta es la sangre de la Alianza que Dios ha ordenado
para vosotros. =
21 Igualmente roció con sangre la Tienda y todos los objetos del culto;
22 pues según la Ley, casi todas las cosas han de ser purificadas con
sangre, y sin efusión de sangre no hay remisión.
23 En consecuencia, es necesario, por una parte, que las figuras de las
realidades celestiales sean purificadas de esa manera; por otra parte,
que
también lo sean las realidades celestiales, pero con víctimas más excelentes
que aquéllas.
24 Pues no penetró Cristo en un santuario hecho por mano de hombre,
en una reproducción del verdadero, sino en el mismo cielo,
para
presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro,
25 y no para ofrecerse a sí mismo repetidas veces al modo como el
Sumo Sacerdote entra cada año en el santuario con sangre ajena.
26 Para ello habría tenido que sufrir muchas veces desde la creación
del mundo. Sino que se ha manifestado ahora una sola vez, en la plenitud de
los tiempos, para la destrucción del pecado mediante su sacrificio.
27 Y del mismo modo que está establecido que los hombres mueran
una sola vez, y luego el juicio,
28 así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez = para
quitar los pecados de la multitud, = se aparecerá por segunda vez
sin
relación ya con el pecado a los que le esperan para su salvación.